El escaparate de la vida
En los últimos años, uno de esos escaparates de la vida es, sin duda, Facebook y las redes sociales. Mostramos mucho de nuestra vida, más de lo que creemos, y también vemos el escaparate de las otras vidas. Fotos maravillosas, viajes exóticos, caras sonrientes. La felicidad en grado sumo, o eso parece. Si excluimos las noticias que publicamos o compartimos, nos podemos quedar con la impresión de que la vida del otro es una continua sucesión de momentos felices.
El gran drama de muchos jóvenes, y los psicopedagogos infantiles y juveniles lo atestiguan, es que sus amigos no den al “Me gusta” ante tanta felicidad que derrochan. Mi vida es maravillosa, y los demás tienen que ver, hasta el hartazgo, mis momentos felices.
El segundo escaparate, más frecuentado por personas de más edad, es la barra del bar, o la puerta del café o de la oficina, mientras se fuma un cigarrillo. Parece que el fumar anima a la conversación, y también a las confidencias. En eso entorno hay escaparates maravillosos, pero también abundan los oscuros y lúgubres: mi problema con el novio o novia, un hijo rebelde, la enfermedad de un padre o un hermano, los abundantes problemas del divorcio y del entorno de este drama que roza la epidemia. Problemas, problemas, problemas. En demasiadas ocasiones vemos una vida totalmente opuesta a la que nos enseñan las redes sociales.
Hace años un humorista condensó en dos viñetas este contraste. Dos amigos se encuentran, después de mucho tiempo. Se saludan efusivamente y preguntan el típico ¿Qué tal durante estos años? Respuesta tipo Facebook: genial, todos muy bien, la vida me sonríe. Y al separarse, ambos van pensando lo mismo: “¡Qué suerte tiene este chico! Yo que tengo tantos problemas…”
Los expertos en mercadotecnia saben que el escaparate es, por su misma naturaleza, parcial y limitado. Se muestran ciertos productos, que no representan, ni de lejos, la totalidad de productos que tiene el establecimiento. Se trata de una muestra, una representación que invite al cliente a entrar y descubrir la totalidad de los productos. Nunca será objetivo, pero si el cliente se para a pensar, no valorará ese hecho como un engaño. ¿Nos podemos dejar engatusar? Cierto, pero todo escaparate es relativo y subjetivo, también cualquier escaparate de la vida.
Para crear lazos de amistad, de cariño, no podemos quedarnos a la puerta, contemplando un escaparate. Es necesario entrar, y dejar entrar, en el contacto personal, cercano, diario. Por ello es tan fácil vivir “de escaparate en escaparate”. Sin embargo, anhelamos relaciones más profundas, más personales, más de corazón a corazón. Dejar entrar al otro en la tienda, y en la trastienda, es un riesgo; nos hacemos sensibles a su amor, vulnerables. Pero sólo en ese amor nos realizamos plenamente, porque descubrimos una relación recíproca, un dar y recibir humano.
Es el misterio que volveremos a vivir esta Semana Santa: una Persona quiere abrirnos su corazón, colgada en la cruz por amor a cada ser humano, a cada uno de nosotros. Con su lanzada en el pecho nos ha abierto el camino para entrar a su tienda, para descubrir todo lo que tiene, para penetrar hasta la trastienda y descubrir su tesoro escondido.</span>
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