En la cárcel Carmen descubrió la Iglesia, que «me ayudó a sentirme libre»: hoy ella es voluntaria
Esta mujer relata a la Diócesis de Málaga cómo era su vida antes, durante y después de su paso por prisión. Cuenta que tenía una vida cómoda, era hija de médicos y tenía dos hijos pequeños. Pero ella, agrega, “quería más, no me faltaba de nada, pero el lujo es un vicio. Era joven, tenía dos hijos, comencé a salir con un chico que resultó ser traficante y un paquete de cocaína encontrado en mi coche me llevó a la cárcel”.
"La Iglesia me ha ayudado muchísimo"
“No puedo explicarte el dolor que sentí cuando me arrebataron de los brazos a mis hijos para llevarme a prisión”, afirma Carmen con la voz entrecortada, “ni el que sentí cuando me comunicaron que mi madre había fallecido en la puerta de la cárcel, después de verla en un ‘vis a vis’”, “ni el que sentí la primera noche, cuando se cierra el cerrojo de tu celda”, “ni el que sentí cuando salí de la cárcel y me encontré con que mi padre enfermo de cárcel”.
Pero en medio de esa oscuridad, la Iglesia le llevó luz. El delegado de Pastoral Penitenciaria, Antonio Elverfeldt, y el capellán Andrés González, ambos trinitarios, “fueron una gran ayuda para mí. Me ayudaron a sentirme libre aunque estuviera encerrada entre cuatro paredes, me dieron fuerzas. La Iglesia me ha ayudado muchísimo y lo sigue haciendo” afirma Carmen.
Ahora, ella dedica su tiempo a los niños de acogida, Cáritas, Pastoral Penitenciaria: “Vivo con mucho menos y valoro de forma extraordinaria ver a mis hijos felices correr por la playa, aunque sea con un bocadillo”.
La importancia de rodearse de buenas personas
Es voluntaria de esta Pastoral y va explicando su testimonio a los jóvenes de los institutos, en las charlas preventivas que organizan desde esta delegación diocesana.
“Es muy dura la salida de la cárcel. Cuando entras, dejas tirado a todo el mundo fuera. Esos años te siguen pasando factura toda la vida, la pena no se acabó. Es muy importante la auto-reinserción y rodearse de buenas personas”, añade esta mujer.
“Verme dentro fue terrible. No compartía nada con nadie, me vi en un círculo que realmente no sabía que existía. A veces no somos conscientes del daño que causamos, aunque sea sin querer”, reconoce Carmen, y añade, “pensé en terminar con mi vida, pero lo que me mantenía viva era ser consciente de que no podía fallar a mis hijos”.
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