Joven y valiente
Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Somos la provincia andaluza donde ha crecido el paro, en el pasado mes, de modo alarmante en casi dos mil personas, mientras la lista negra ha bajado en el resto de Andalucía. Pero como los jaeneros somos tan especiales, un joven hijo de esta tierra se encuentra en Colonia trabajando para la Estación Espacial Europea, donde ha fabricado una aplicación informática para ayudar a los astronautas que navegan por el espacio a tenerlo todo en un aparato pegado a la muñeca, donde encuentran sus faenas y se ahorran usar enormes libracos. El chico jaenero se llama Luís García y pretende crear su empresa en Jaén para dar su invento a los emprendedores actuales y futuros a fin de fomentar la productividad y el rendimiento de mejores puestos de trabajo.
Un día, Jesús contó una parábola a sus discípulos, cuando dijo que había un sembrador que salió a soltar el grano por el campo. Unas semillas cayeron entre piedras y abrojos, en tierra dura y en el propio camino, y que unos pocos fueron a parar a tierra buena, donde pasado el tiempo el agricultor pudo sacar buen fruto de su siembra.
El joven informático confía, como el sembrador evangélico, que su descubrimiento pueda romper la inercia, la indolencia, la pereza, el ansía de la sopa boba y el amor excesivo a las subvenciones, confiando en que alguna vez Jaén pueda salir del furgón de cola y se coloque en los primeros puestos de la creación de empleo.
Ahora mismo, este chico se encuentra en un lugar donde si le ponen por delante un buen contrato profesional se quedaría en Colonia. Sin embargo, ha declarado a nuestro diario que tras el verano próximo desea plantar en Jaén su empresa para aumentar el número y la efectividad laboral en esta tierra que no sale de pobre desde los tiempos del deán Mazas. Quien en su “Retrato al natural de Jaén y su término municipal” nos sacó los colores dejando claro las potencialidades que disponíamos en los últimos años del siglo XVIII, pero, él habiendo nacido en el norte de España, veía que no arrancaba ni la industria, ni el comercio, ni la vida laboral de un pueblo, noble y sano, pero amigo de ver cómo otros nos sacan las castañas del fuego, espectáculo muy propio de Jaén.
No es, ahora, ni el momento ni el lugar para describir la lista de gentes de fuera que han llegado aquí para sacar a Jaén de su aletargamiento emprendedor. Lo hicieron, laboraron, dieron ejemplo, formaron una familia y se marcharon a descansar a la Casa del Padre. Tras su ejemplo, toda el agua volvió al caz moruno que regaba las huertas de aquí, antes de ser destruidas por la especulación del ladrillo puesto en los varios cobijos veraniegos de muchos vecinos.
Se cumplen, también, cuarenta años de la llegada de la democracia a los concejos municipales, tiempo aquel en que nos prometían el oro y el moro, castillos en el aire, sueños de noches veraniegas y un sinfín de modernidades. ¿En que ha quedado todo aquello?. En que las aceras de nuestros pueblos están embaldosadas de color blanco y rosáceo y muy poco más. El Divino Maestro, en su parábola del sembrador, cuando la explicó a sus amigos les recomendó no perder la esperanza que todo campesino debe tener en que su trabajo no será baldío, siempre que los agentes atmosféricos sean favorables. Apoyados en esa esperanza, viendo al joven informático y otros como él que presumen de Jaén por donde andan, seguimos confiando en que nuestra tierra y sus gentes son sanas, trabajadoras y valientes para invertir sus caudales no en mirarlos, como el usurero de Moliere, sino en sembrarlos para crear puestos de trabajo.
Tomás de la Torre Lendínez
</span>
Enviar comentario