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Cristo Rey: de Benedicto a Francisco

El papa Francisco acaba de clausurar el Año de la Fe proclamado por su antecesor y pontífice emérito, Benedicto XVI. Este acontecimiento ha coincidido con el fin del año litúrgico que la Iglesia hace coincidir con la festividad de Cristo Rey del Universo.

Así ha definido el pontífice argentino la realeza de Cristo en la homilía de clausura del Año de la Fe: «Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el "hermano" alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno, un solo pueblo; unidos a él, como centro, participamos de un solo camino, un solo destino. Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad y el centro de la historia y de todo hombre».


De la cita se deduce la naturaleza del reinado o señorío de Cristo: un Rey que se ha entregado por su pueblo; es el Señor de la Historia y también el Rey de nuestra historia personal, la de cada hombre y mujer. El que quiere reinar en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras sociedades; no por la fuerza ni por la imposición sino como resultado del amor, del servicio, que en lenguaje evangélico es la manera de «dirigir». El que quiera ser el primero entre vosotros (dirigente, rey), que sea vuestro servidor, nos recuerda el Evangelio.

Leyendo la homilía del papa Francisco no he podido menos que recordar lo escrito por Benedicto XVI en Jesús de Nazaret: «... los dominadores, que no toleran ningún otro reino y desean eliminar al rey sin poder, pero cuya fuerza misteriosa temen. Pero "su reino no tendrá fin": este reino diferente no está construido sobre un poder mundano, sino que se funda únicamente en la fe y en el amor».


La advocación de Cristo Rey del Universo ha sido comentada y explicada repetidamente por el magisterio de la Iglesia; en uno de sus últimos viajes (Cuba y México, marzo de 2012), Benedicto XVI nos recordaba, a los pies del monumento a Cristo Rey del Cerro del Cubilete (Estado de Guanajuato, México) que la imagen allí situada está acompañado por dos coronas, una de soberano y otra de espinas, que representan que «su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio. Éste es su señorío, que nadie le podrá quitar ni nadie debe olvidar».


Y volviendo a Francisco, en su primer discurso a su llegada a Brasil con motivo de la JMJ, hacía referencia a los jóvenes que llegaban al país carioca «atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor. Quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón…» La imagen del cerro del Corcovado, en Río de Janeiro creo que expresa muy bien el mensaje de Cristo Rey del Universo: señorío y brazos abiertos para atraer a toda la humanidad.


Esta es la naturaleza e identidad de Cristo Rey: el poder es el servicio que nace del amor de un Dios que, siendo rey, asume la naturaleza humana y se entrega por amor a nosotros. Por cierto, que los bautizados somos sacerdotes, profetas y reyes por el bautismo.


Y por último, una reflexión personal. No se pierdan el himno a Cristo Rey compuesto por los jóvenes mártires de Barbastro mientras esperaban su martirio. La música y la letra la encuentran pinchando aquí.


Y en el trailer de la película Un Dios prohíbido este himno aparece como música de fondo a partir del minuto 1.10, aproximadamente.


[Artículo publicado en Revista Ecclesia y en Profesionales por la Ética.]



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