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Desayuno sin diamantes



Francisco comparte el desayuno en su cumpleaños con cuatro mendigos y, por lo reflejado en determinados medios de comunicación, parece que acaba de socializar el café con leche. Y así con todo lo que hace. La cuestión es convertir su día a día en argumento de un Nodo de izquierdas, con Bertolucci en la realización y el alcalde de Marinaleda al mando de la claqueta. Un día a día que, por cierto, no tiene nada que ver con el de quienes lo ensalzan, pues para mí que pocos periodistas de los que aplauden se pasan por las Tres mil viviendas para pagar a los hambrientos una ronda de tostadas.

Lo curioso es que lo que hace ya lo hacía cuando pastoreaba almas en Buenos Aires, sin que entonces, cuando era considerado un arzobispo conservador, la prensa internacional le tributara elogios por su apego a los pobres. Ahora, sin embargo, le tienen por un especie de Lenin rasurado y creyente que pone en solfa a la Iglesia. No entienden nada. Si Francisco lleva viejos zapatos marrones y gasta cruz de plata no es por hacerle un feo a los mocasines negros ni el crucifijo de oro, sino porque es un hombre sencillo de donde crece la pampa.




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