Exclusiva: carta del Papa a joven madrileña
Me llamo Cristina Sesé de Lucio, tengo 17 años y le escribo desde Madrid (España). Vivo con mis padres, María Jesús y Ernesto, y con mis hermanas Begoña, de 21 años, e Irene de 13 años. Estoy estudiando 2º de Bachillerato en el Colegio Sagrada Familia.
Mi vida ha sido como la de cualquier chica de mi edad hasta el pasado mes de abril, cuando, el día 4, me diagnosticaron sarcoma de Ewing, cáncer de hueso. Lo tenía localizado en la zona central del fémur derecho, en unos 10 cm. Tras los primeros momentos de preocupación, toda la familia decidimos ponernos en manos de Dios y de los médicos.
Para quitar el hueso cancerado me operaron el día 8 de agosto, sustituyéndolo por una prótesis. Actualmente, camino con muletas y me encuentro mucho mejor. Saco fuerzas para seguir adelante. Me volverán a operar para quitarme la prótesis y hacerme un injerto de hueso para volver a tener una cierta normalidad.
El principio no fue fácil, pero siempre he recibido el apoyo de Jesús que lo siento en mi vida. Enseguida se hizo una cadena de oración por mí y por mi familia, que nos ha reconfortado siempre.
Este cáncer me ha limitado físicamente, por lo que ahora necesito ayuda constante, pero no he dejado de rezar, ni de estudiar, ni de hacer mi vida normal, sobre todo gracias al esfuerzo de toda mi familia tan cristiana.
También ha sido fundamental en estos meses mi grupo cristiano que me han ayudado a confiar todavía más en el Señor, y me repito muchas veces al día: «Cuando Dios quiera, como Dios quiera, donde Dios quiera».
Él permite la enfermedad, y por tanto la mía, pero también da la cura, y, pese a todo, yo no puedo dejar de sentirme afortunada. Ofrezco mi enfermedad al Señor y pongo mi sufrimiento ante la cruz.
Le siento en mí y sé que me busca en cada esfuerzo que tengo que hacer cada día. En cada gesto de mi familia, de mis amigas, de mis profesores, el Señor me pone la mano para que no caiga y para que algún día pueda decir que todo me ha servido para ser más fuerte y ser testimonio para anunciar a Jesús a los demás.
Y me gustaría en un futuro poder ser de ayuda a personas que pasen por situaciones parecidas a la mía.
El próximo día 30 de noviembre, recibiré el sacramento de la Confirmación junto a otros 18 compañeros de mi edad. Pido al Señor con todas mis fuerzas, aunque esté débil por mi enfermedad, que el Espíritu Santo me ilumine para ser testigo de la fe y reflejar a Jesús a lo largo de mi vida.
Desde la humildad, le pido, Santidad, su Bendición para este grupo de jóvenes cristianos ilusionados ante tan importante paso hacia Dios. Muchas gracias por su vida, Papa Francisco. Como nos ha enseñado: Yo rezo por Su Santidad y, por favor, rece también usted por mí.
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Vaticano, 3 de diciembre de 2013. Apreciada Cristina:
Me ha alegrado mucho recibir tu carta del pasado 20 de noviembre. Que el Señor te retribuya la delicadeza. Me hizo mucho bien percibir la fortaleza con la que estás afrontando este período de tu vida, ciertamente especial: son momentos difíciles.
Por favor, no te vengas abajo. La enfermedad, si la miramos con espíritu de fe, es una escuela. En ella aprendes a conocer en profundidad el Corazón de Dios, que rebosa ternura. Aprendes a conocer a los demás, pues cuando el viento sopla a favor, todo son risas y parabienes. Es en medio del dolor cuando se descubre dónde están los auténticos amigos y las personas que te quieren de verdad. Y, por último, aunque no menos importante, en la enfermedad uno aprende a conocerse mejor a sí mismo y te das cuenta de que el Señor no te deja de su mano, antes bien te da una serie de recursos interiores para encarar la adversidad, que incluso uno mismo llega a maravillarse. Si a todo esto, como me dices en tu escrito, añades que hace pocos días que has recibido la luz del Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación, pues mejor que mejor. Que este don de Dios te ayude a ser mejor cristiana y una mujer cada día más valiente, que mire la vida sin complejos. Sabes bien que Dios nunca te va a fallar.
Te aseguro que cuentas con mi cercanía y oración. Pediré por ti y le diré al Señor que te siga ayudando y aumente ese entusiasmo y confianza que respira tu carta. Por tu parte, no te olvides de rezar por mí: sola, pero también con tu familia y, cómo no, con los amigos que has conocido en la parroquia de Santa Ana y La Esperanza y en el Colegio Sagrada Familia. No os dejéis robar la alegría.
Saluda de mi parte a los médicos que te cuidan. No dudo que pondrán lo mejor de sí mismos a tu servicio. Un saludo también a tus padres, María Jesús y Ernesto, a tus hermanas, Begoña e Irene, a tus profesores y a tu párroco, el padre Ángel.
Al acercarse la Navidad, te deseo que sean unos días muy llenos de la gracia y el gozo de Dios, y que los vivas muy unida a san José y a Nuestra Señora. Prepárate a recibir a Jesús con el mismo amor con que ellos lo hicieron.
Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide. Y, por favor, te pido que reces por mí. Afectuosamente,
Francisco
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