Sobrevive a un tiro en la cara, pierde un ojo y un oído y vuelve a las misiones: muere con 89 años
Se le recuerda como uno de los primeros sacerdotes diocesanos “Fidei Donum” italianos.
En teoría, los sacerdotes Fidei Donum – por la encíclica de Pío XII del mismo nombre que invitaba en 1957 a renovar el impulso misionero – eran enviados para un servicio misionero temporal, con un acuerdo entre la diócesis que envía y la que lo recibe. En el caso de Carlo fue un compromiso de por vida.
Su destino fue la parroquia de Rwarangabo donde, prácticamente partiendo de cero, logró levantar la parroquia y numerosas capillas, además de crear una red de servicios sociales y sanitarios.
Acompañó a su querido pueblo de Burundi en todo momento, también en los tristes años de las masacres.
La tarde del 6 de julio del año 2000, un malintencionado entró en su casa con el propósito de matarlo y le disparó un tiro en plena cara. Gravemente herido, fue trasladado a un hospital de Nairobi.
Contra toda esperanza, se recuperó, aunque perdió un ojo y se quedó casi sordo.
Aún así en enero de 2001 ya estaba de vuelta a su misión. Ya con 80 años, pasó sus últimos tiempos en Burundi en el hospital de Kiremba, consolando y administrando los sacramentos a los enfermos que pasaban por la institución.
Como recordaba Mario Bandera, amigo suyo y director del centro misionero de Novara, la diócesis italiana de la que partió y de la que era sacerdote: “Su coraje y su largo y ejemplar servicio quedaran como una huella indeleble”.
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