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El tercer cuerpo del Papa

A medida que pasan los meses es cada vez más manifiesta la novedad de la renuncia realizada por Benedicto XVI.

Antes de él, otros Papas habían renunciado: el último, Gregorio XII, en 1415. Pero Joseph Ratzinger ha sido el primero que ha deseado ser llamado "Papa emérito" y seguir vistiendo con el hábito blanco "en el recinto de San Pedro", desconcertando a los canonistas y haciendo temer que se instaurase en los vértices de la Iglesia una diarquía de dos Papas.


Es verdad que Ratzinger ya no tiene los poderes de pontífice de la Iglesia universal: se despojó de ellos ejerciendo por última vez y en grado sumo precisamente esa potestad suya de "vicarius Christi". Pero tampoco ha vuelto a ser lo que era antes de ser papa. Después de estos dos "cuerpos", ahora tiene un tercero que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia. Es el nuevo "cuerpo", el nuevo estado de vida que él ve unido a ese compromiso "para siempre" que asumió cuando aceptó su elección como sucesor de Pedro.


Lo explicó en su última audiencia general, el 27 de febrero de 2013, vigilia de su renuncia al papado:


"Permitidme volver de nuevo al 19 de abril de 2005. La seriedad de la decisión reside precisamente también en el hecho de que a partir de aquel momento me comprometía siempre y para siempre con el Señor. Siempre –quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. Su vida, por así decirlo, viene despojada de la dimensión privada. […]


"El ´siempre´ es también un ´para siempre´ –ya no existe una vuelta a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no revoca esto. No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recepciones, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que permanezco de manera nueva junto al Señor Crucificado. Ya no tengo la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, pero en el servicio de la oración permanezco, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, me será de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino hacia una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios".


Para iluminar mejor la novedad del gesto de Benedicto XVI Valerio Gigliotti, docente de historia de derecho europeo en la universidad de Turín y especialista en las relaciones entre Estado e Iglesia, ha escrito un ensayo que sale en estos días en Italia:


> V. Gigliotti, "La tiara deposta. La rinuncia al papato nella storia del diritto e della Chiesa", Leo S. Olschki Editore, Firenze, 2013, pp. XL-468, euro 48,00


Es la primera vez que se analiza en un ensayo científico, de cautivadora lectura, la renuncia al papado desde distintos perfiles: histórico, jurídico, teológico y literario, en el arco de dos mil años.


El libro parte de los primeros presuntos casos de dimisiones papales, algunos de los cuales eran poco más que legendarios, pero que gozaron de gran popularidad en el Medioevo.


Prosigue con una profunda reconstrucción de la renuncia más celebre, la de Celestino V, canonizado en 1313, exactamente setecientos años antes de la "renuntiatio" de Benedicto XVI.


Continúa con las renuncias papales espontáneas, acordadas o impuestas en el periodo del gran y del pequeño cisma de Occidente, entre los siglos XIV y XV, cuando la Iglesia se dividió entre Papas y antipapas.


Llega a las hipótesis de renuncia examinadas, y después descartadas, de los cuatro Papas del siglo XX: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.


Y finalmente llega el gran gesto de Benedicto XVI, perfectamente en línea con la tradición pero también profundamente innovador, que el profesor Gigliotti ha sintetizado así, en vísperas de la salida de su libro, en un artículo en "L´Osservatore Romano" del 28 de febrero, primer aniversario de la renuncia:


"La renuncia de Benedicto XVI consolida la tradición con la actualidad en una perspectiva totalmente nueva, que hunde sus raíces en la mística medieval, desde el Maestro Eckhart a Sandaeus, pasando por el modelo de renuncia franciscano.


"La ya clásica y feliz intuición de Kantorowicz sobre la naturaleza gemina, doble, de la persona del Sumo Pontífice, hombre y vicario de Cristo, se enriquece ahora con la renuncia de Benedicto XVI con un tercer componente, el de la prosecución del servicio a la Iglesia también después del acto de renuncia. No sólo ya cuerpo político y cuerpo místico del Papa, sino también cuerpo ministerial que asume la propia identidad y responsabilidad precisamente en el momento de la renuncia: son los tres cuerpos del Papa.


"La elección de Joseph Ratzinger de permanecer cerca del Señor ‘en el recinto de San Pedro´ como ´romano pontífice emérito´ legitima un planteamiento nuevo, jurídico y eclesiológico, que hay que otorgar a la ´renuntiatio papae´.


"Se abre una verdadera y nueva ministerialidad que asume, en la figura del Papa emérito, los rasgos de un auténtica mística del servicio. La perspectiva, si se mira bien, es cristológica antes que histórica o jurídica. Es la regeneración institucional de la ´kènosis´, la novedad en la continuidad, un nuevo inicio".


Benedicto XVI, en su último Ángelus como Papa el 24 de febrero de 2013, segundo domingo de Cuaresma, comentando el Evangelio de la Transfiguración comparó la nueva vida que le esperaba después de la renuncia con "subir al monte":


"Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento dirigida a mí, de modo particular, en este momento de mi vida. El Señor me llama a ´subir al monte´, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con el cual he tratado de hacerlo hasta ahora, pero de una forma más acorde a mi edad y a mis fuerzas".


En el monte Tabor Jesús conversaba sobre su "éxodo" con Moisés y con Elías. Conversaba también con Pedro y los otros dos apóstoles a los que había pedido que le acompañaran.


Del mismo modo, para el Papa emérito Ratzinger hoy es tiempo no sólo de contemplación, sino también de conversación. Su sucesor Francisco lo ha confirmado: la "sabiduría" y los "consejos" del Papa emérito – ha dicho recientemente en una entrevista – "dan fuerza a la familia" de la Iglesia.


En algunos casos Benedicto XVI ha hablado abiertamente a todos. Por ejemplo, en las pocas y fulgurantes páginas con las que ha aclarado aspectos del pontificado de Juan Pablo II que, según él, hay que estudiar y asimilar también hoy:


El Papa emérito reza, pero también aconseja. He aquí cómo


En otros casos ha aconsejado a su sucesor solamente de manera reservada. Por ejemplo, tras la publicación de la entrevista del pasado verano de Francisco a "La Civiltà Cattolica".


Jorge Mario Bergoglio le había enviado a Ratzinger un ejemplar de la entrevista, pidiéndole que le escribiera algún comentario en la página en blanco entre el título y el texto.


Pero el Papa emérito hizo más: llenó esa página y otras cuatro más que envió a Francisco, demasiadas para pensar que había escrito sólo felicitaciones.


El pasado 15 de marzo, el arzobispo Georg Gänswein, prefecto de la casa pontificia y secretario del Papa emérito, dijo al canal de televisión alemán ZDF:


"Benedicto XVI ha acogido la petición de su sucesor haciendo algunas reflexiones y también algunas observaciones sobre determinados comentarios o cuestiones que consideraba que, tal vez, se podían desarrollar ulteriormente en otra ocasión. Lógicamente, no les puedo decir sobre qué cosas".


Ciertamente, con la renuncia de Ratzinger la figura del Papa emérito ha entrado por primera vez en la historia. Y día tras día contribuye también ella a "hacer" historia, en una relación dialéctica sin precedentes con el Papa en el cargo.



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