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Beatificación del padre Mario y su catequista: son mártires y sus misiones en Birmania dieron fruto

Este domingo 24 de mayo son proclamados beatos el misionero italiano Mario Vergara (del PINE, el Pontificio instituto de Misiones Extranjeras) y el laico y catequista Isidoro Ngei Ko Lat, asesinados en 1950 en Birmania, en odio a la fe.

Ambos evangelizaron en una zona remota de Birmania, en el Myanmar centro-oriental, cerca de la frontera con Tailandia, en la diócesis de Loikaw, una zona también hoy marcada por la pobreza y la explotación y que hasta hace unos meses estaba, aún hoy, vedada a los extranjeros por las tensiones y violencia entre el ejército birmano y las tribus karen.


Mientras que en toda Myanmar los católicos apenas son un 1%, en la zona de Loikaw son un 25%. Es un signo elocuente de la fecundidad de aquellos mártires y misioneros en esta zona difícil.


Celebraciones de una iglesia viva

El pasado 26 de abril la diócesis celebró sus 25 años. El padre Bernardo Cervellera, describía las ceremonias al aire libre: "un continuo ir y venir de grupos que provienen de cada parte de la diócesis y de Myanmar. Muchos visten con los vestidos tradicionales de los Kaya rojos, blancos y a rayas azules, Padaung; las mujeres con sombreros del color de la tribu, otras con una bufanda colorada alrededor de la frente. Los más jóvenes, varones y mujeres visten remeras y jeans, muestran orgullosas sus méche coloradas de rojo, amarillas y azules en los cabellos y están peinados estilo punk, a la última moda. Todos calzan ojotas, consumidas o nuevas, varios de ellos tienen celular, smarphone, iPad y hasta filmadoras, viejas o nuevas con las cuales siguen o graban la ceremonia. Pero las cosas más coloridas son las bandas musicales: hay 4 o 5, todos con uniformes blancos, o azules o rojos, marrón, marfil; todos un poco gastados y a menudo no son de la medida de ellos (parcas demasiado grandes, pantalones o grandes o muy estrechos). Pienso que sean una heredad dejada por el Pime porque estas bandas tocan instrumentos occidentales y entre los cantos de ellos el canto preferido es "¡A Dios queremos, es nuestro Padre! ¡Virgen María!", que me imagino que se compuso poco antes de la Segunda Guerra Mundial".



Los 8 niveles que llevan a la cruz

La catedral de Loikaw, imponente, está construida en estilo birmano ("en forma de abanico"), con decoraciones doradas en los bordes y una torre de campanas con una cruz en la cima de un cono subdividido en 8 niveles, remarcados con decoraciones doradas. En los templos budistas, después de los 8 niveles (que recuerdan las 8 reglas de Buda, el óctuplo sendero), la aguja dorada termina en punta (en la nada del nirvana); en cambio, aquí los 8 niveles del separarse del mundo culminan en la cruz, el signo de mayor amor al mundo.


Sigue la crónica del padre Cervellera: "Los más de 180 sacerdotes, todos con el alba blanca, recorren el trecho de calle entre la gente curiosa y maravillada. Cada tanto, hay grupos musicales locales, vestidos de rojo o blanco con echarpe rojo, que tocan flautas de bambú: hay algunos que son finitas como los deditos de un niño y otras gruesas como un brazo, largos casi un metro; además, además del trombón o el gong, usan un extraño instrumento, una especie de trombón construido con un tubo de goma que termina en una trompeta, cuyo sonido recuerda mucho de cerca ¡un bramido de elefante o un graznar lóbrego de la rana toro! Detrás de los sonadores están las carpas o los puestos del mercado que venden fruta, dulces, ropas, y también recuerdos religiosos (souvenier), rosarios, estampitas, estatuitas del Sagrado Corazón y de la Virgen de Fátima".



Una diócesis misionera

La Iglesia de Loikaw se ha forjado ante la adversidad. Obispos, curas y fieles han enfrentado pobreza, abusos e injusticias: expropiación forzada de las tierras, refugiados, violencias, torturas,... potenciando las estructuras de caridad, dispensarios, bancos de ayuda, la distribución de comida a centenares de familias.


En los últimos 25 años se pasó de 70.000 católicos a 180.000, con un "boom" de vocaciones sacerdotales y cientos de vocaciones religiosas femeninas en los institutos de las hermanas de la Reparación y de Virgen Niña, además de otros institutos locales.




Loikaw, diócesis joven y pobre y remota, ha enviado misioneros "Fidei donum" a Perú, a las islas Fiji, a Madagascar, y 4 se hicieron misioneros del Pime y trabajan en Papua Nueva Guinea, en Guinea Bissau, en África y en la Filipinas.


Unos evangelizadores especiales

En Loikaw existen unos evangelizadores especiales, llamados los Zetanam. Son hombres y mujeres que visitan los pueblos más perdidos, evangelizan e impulsan el desarrollo. En cada lugar donde van crean una sala para catequesis, un pequeño dispensario y una escuelita para niños. Como el gobierno totalitario de Myanmar ahora ha nacionalizado todas las escuelas, los Zetanam se centran en abrir jardines de infancia y educación pre-escolar. Eso ayuda a muchos padres que trabajan en la ciudad.


Los Zetanam viven entre pobreza y enfermedades en los lugares más pobres: al menos 8 han muerto de enfermedades, sobre todo de malaria, lejos de asistecia médica.


Como en otros países, la otra clave evangelizadora son los laicos catequistas, unos 200 en la diócesis, que trabajan en su propio pueblo, enraizados en su comunidad.


Pero no fue nada fácil hacer arraigar aquí la fe.



Procesión ceremonial; los retratos de los beatos en los laterales


Los primeros misioneros

Desde 1867, los misioneros del PIME -italianos en su mayoría- empezaron la evangelización de Birmania Oriental. De las 16 diócesis de Birmania, ellos crearon 6. El padre Piero Gheddo, todo un historiador del PIME, en su libro "Misión en Birmania " (Bolonia, 2007, p 462), explica que eran un ejemplo de "salir a las periferias". No se quedaban en la gran ciudad, sino que iban a las montañas y regiones más pobres y lejanas.


Cuando los misioneros llegaron a estas regiones, fueron los primeros occidentales que veían los nativos.


Llegaron sin armas y sin poder, impulsado sólo por un gran amor por estas personas y su deseo de comunicar el amor de Jesucristo.


Los nativos contemplaban espantados a esas criaturas que parecían unos monstruos... con la cara llena de pelos largos (a los nativos de la zona no les crece la barba) y con unos pies extraños, unas pezuñas negras, duras, sin dedos (nunca habían visto zapatos). Los peludos no sabían hablar y tenían una piel de color extraño.


Los nativos no dejaban a estos extraños visitantes vivir en sus casas, sólo en los graneros. Solo después de varios días, al ver que comían y bebían como cualquier humano y que no eran feroces, los nativos acogieron a los misioneros.


Los misioneros que provenían de otro país o de otra tribu, que no sabían el idioma local, comenzaron a repetir los nombres y las palabras que escucharon y así poco a poco, con una lentitud que desafiaba toda paciencia, se hicieron amigos de la tribu. Explicaron que querían ayudar a la gente llevando medicinas para curar a la gente y enseñarles a hablar y escribir en birmano - que ellos no sabían hacer- y en inglés, y finalmente explicó lo que les llevó a mostrar mucho amor hacia ellos, introduciéndolos en la fe.


En la casa episcopal de Loikaw exponen fotos en blanco y negro de aquellos misioneros. Barba larga, mirada y aspecto austero, duro... y sin embargo todos los abuelos del lugar y sus descendientes los recuerdan como hombres dulces, pacientes, bondadosos, santos...


Con los misioneros del PIME las tribus de Loikaw descubrieron el uso del ladrillo, los servicios higiénicos, la escritura, la existencia de un mundo alrededor del perímetro de su tribu. "Era una inserción consciente en la historia común del mundo. Esta es la razón la fe aquí en Myanmar incluye una cierta cantidad de orgullo de pertenecer a la Iglesia Católica, algo más grande, universal, como lo demuestra el despliegue de la banderas del Vaticano en las fiestas, izada en cada punto y saluda desde cada camión o autobús de peregrinos. Incluso los globos para la decoración de las ventanas son de color amarillo y blanco", escribe Cervelleda.


El obispo, heredero de los mártires

La ceremonia de beatificación del padre Mario y el catequsita Isidora Ngei Ko Lat tiene lugar el domingo en Aversa, Italia, pero donde se celebra de verdad es en Loikaw.


El obispo de Loikaw, Sotero Phamo, es hijo de un catequista formado por el padre Mario. Y el catequista Isidoro será el primer beato nacido en Birmania.



El joven padre Mario Vergara, aún sin barba larga


El padre Mario Vergara llegó en 1934 a Birmania cuando era un protectorado británico. En 1936 se le confió el cuidado del distrito montañés de Citació, habitado por los carianos de la tribu de los Sokú, una de las más pobres y primitivas de Birmania, donde organizó un orfanato para 82 niños y un centro de salud.


En 1941, con la Segunda Guerra Mundial en marcha, lo internaron en los campos de concentración ingleses en la India, junto a otros misioneros italianos, todos considerados enemigos por los ingleses.


Después de 4 años caracterizados por problemas de salud, en el curso de los cuales llega hasta la extirpación de un riñón, lo liberan y parte en tren para Delhi y Hyderabad. En otoño de 1946 logra volver a Birmania y en diciembre es enviado por el obispo Lanfranconi a los montes de la Cariania al oriente de Loikaw, donde reconstruye en soledad las actividades misioneras que la guerra había arrasado: lleva la catequesis en los pueblitos y construye dispensarios y lugares de asistencia. Desde septiembre de 1948 es ayudado por otro joven misionero del Pime, el padre Pietro Galastri.


Después de la independencia de Birmania, en 1948, los lugares donde trabajan los padres Mario, Piero y sus catequistas se convierte en teatro de combates entre grupos locales que se enfrentan para afirmar sus tradiciones, creencias religiosas e ideologías diversas. No se desanima nunca: viaja a pie para encontrar a las comunidades más distantes y cura a todos los carianos sin distinción de religión.


Algunas fuerzas rebeldes, de religión baptista, iniciaron una persecución anti-católica. El 24 de mayo de 1950 estos rebeldes arrestaron al misionero y al catequista, y los asesinaron al día siguiente.


Sus cuerpos, cerrados en una bolsa son abandonados a la corriente del río Salween. También el p. Galastri fue arrestado mientras rezaba y fue asesinado poco tiempo después. Pero nada impidió el crecimiento de las semillas que ellos plantaron en las lejanas regiones de Loikaw.



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