Manuel Valls elige para ministra de Educación a una ideóloga de género militante y adoctrinadora
Dejemos de lado su recorrido político, forzosamente socialista: cercana a Vincent Peillon y Arnaud Montebourg [también ministro socialista hasta la reciente crisis del Gobierno galo], esta joven mujer de origen marroquí se acerca desde hace tiempo a los centros de poder. O de lo que queda de ellos en una Francia prisionera de la Unión Europea, una Francia universalizada. Sabemos que los gobiernos cambian y que la política impuesta a Francia permanece: desde este punto de vista, el nombramiento de Najat Vallaud Belkacem podría dejar indiferente.
Pero ahí está. Najat Vallaud-Belkacem no está sólo al servicio de este pensamiento único, ella es una «pasionaria». Obsérvese que esto deja abierta la cuestión de saber si ella misma es una «pensadora» del pensamiento único. Sólo importa esto: ella lo difunde, lo promociona, lo impone. Ha hecho de la «igualdad» un absoluto que aplasta todo lo que encuentra a su paso (algo inherente en la naturaleza de la igualdad revolucionaria).
Imponiendo la ideología de género
Desde este punto de vista, el cargo de ministra de los Derechos de las Mujeres le iba como anillo al dedo. Dentro del partido socialista ya estaba a cargo de los derechos LGBT, comprometiéndose en favor del «matrimonio» de los homosexuales. Podríamos decir que ella no hacía otra cosa que expresar la línea del partido. Pero sus convicciones la llevaron a incluir esta lucha en un marco que iba desde la promoción de la igualdad, a la dirección de una misión de lucha contra la homofobia bajo Ayrault: fue ella quien instigó los ABCD de la Igualdad (asignatura adoctrinadora en la ideología de género, N.d.T.).
Que sea ella quien coja ahora -y a pesar de las protestas que han llevado a la «congelación» de la experimentación sobre estos recorridos en ciertas escuelas superiores– la dirección de la Rue de Grenelle (calle donde está situado el Ministerio de Educación, N.d.T.), es todo un símbolo. Ha sido chasquear a quienes habían creído que el gobierno daba marcha atrás.
Najat Vallaud-Belkacem partició en la revisión de las leyes bioéticas, que aseguraron el derecho de investigación sobre los embriones. Apoyó y promovió el aborto -presentado como una prioridad por el primer gobierno de François Hollande- a través del reembolso del 100%, de la creación del primer sitio internet oficial sobre la «IVG» (siglas en francés para la Interrupción Voluntaria del Embarazo, N.d.T.), asegurando una buena «información» a las mujeres que corrían el riesgo de cambiar de opinión al caer en páginas web que les hablaban de los inconvenientes del aborto y sobre la posibilidad de obtener ayudas si seguían con el embarazo y, por último, obteniendo la supresión de la palabra «angustia» de la ley sobre el aborto legal en la ley sobre la igualdad promulgada simbólicamente el 4 de agosto pasado.
Esta ley sobre la igualdad «mujeres-hombres» (respeten bien el orden, a partir de ahora hay igualdades que no son simétricas) tiene como objetivo «cambiar las mentalidades», como declaró ella misma en su discurso a favor de este texto, redactado por ella. Su objetivo es hacer desaparecer poco a poco los «estereotipos de género», ya sea a la cabeza de las empresas del CAC 40 (índice bursatil francés, N.d.T.) o en la intimidad de los hogares.
Ella asesinó al «buen padre de familia»: eliminando estas palabras de todos los códigos del derecho francés, la ley firmó el desenlace de la lucha contra toda autoridad paternal, sacralizando el odio al padre.
Recuérdese bien la última frase de la exposición de motivos de esta ley, que lleva la marca NVB: la política en favor de la igualdad deberá comportar «acciones cuyo fin sea llevar al conocimiento del público las investigaciones francesas e internacionales sobre la construcción social de los roles sexuados». Las palabras no están, pero se trata sin duda alguna de ideología de género. Sí, es la ideología de género la que presidirá el destino de la escuela francesa a partir de ahora.
El nombramiento de Najat Vallaud-Belkacem como ministra de Educación (y del «descerebramiento», del adoctrinamiento) no es -perdonen lo simple de la expresión- dejar con un palmo de narices Es un escupitajo a la figura de las familias. Una declaración de intenciones totalitaria.
Publicado en Risposte Catholique .
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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