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Toledo, 25 de julio de 1936. En la Diputación Provincial

Don Felipe está emocionado y anima a sus monjas a que cumplan la voluntad de Dios en todo, sin miedo, ni temor. En su rostro se adivina claramente la resignación que llena su alma, y en sus labios brilla la dulce sonrisa del justo que todo lo espera de la Divina Providencia. Les reparte la Sagrada Comunión, recibida por las carmelitas entre lágrimas y suspiros. Inmediatamente, se marchó, contento y feliz por el deber cumplido.

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