La Iglesia ante los pobres
Siguiendo las huellas de Jesús Buen Samaritano que sale a nuestro encuentro despojándose de su condición divina y haciéndose uno de nosotros, es preciso e inaplazable el que demos el paso hacia todo hombre, en especial a quienes están siendo víctimas de la injusticia o de la marginación, hacia todos los orillados, hacia los despojados y heridos en la vida y en su esperanza, hacia los ancianos, enfermos, minusválidos, hacia los nuevos pobres que crea la sociedad moderna. A todos ellos, con desinterés y gratuidad, ha de acoger preferentemente, ha de entender y acompañar.
Todos ellos han de encontrar calor y cobijo de hogar en la Iglesia, que brota del amor de Cristo, en la que Cristo entregado por todos está presente y actuante por el espíritu Santo de amor. En todo ello va el ser o no ser de la Iglesia, el ser de los Cristianos. Si la Iglesia existe para evangelizar, no podemos olvidar que evangelizar es hacer presente, en la fuerza del Espíritu, a Jesucristo, su entrega servicial, el amor del Padre que nos ha amado de manera irrevocable en su Hijo. Por ello, el servicio a los necesitados en el nombre del Señor, como hecho al mismo Cristo, aparece cada vez más claramente como elemento esencial de la evangelización, indispensable para el anuncio efi caz del Evangelio en nuestra sociedad. Para eso existe la Iglesia para hacer presente el amor con que Dios nos ha amado hasta el extremo, (encarnación, nacimiento, vida, muerte, resurrección, eucaristía). La misión de la Iglesia, nuestra misión como Iglesia no se cumple si no se traduce en un amor concreto por el hombre, en la búsqueda –por caminos y realizaciones concretas– del bien del hombre, en la tutela y promoción constante de sus derechos inalienables y en la solidaridad real y efectiva con sus miserias, carencias, sufrimientos y necesidades. Así, unido a esto último, hay que añadir que una forma específi ca, concreta y urgente de la caridad, siguiendo el magisterio de los Papas, particularmente de Benedicto XVI, es la que podemos llamar «caridad política o social», con la que tanto tiene que ver la Doctrina Social de la Iglesia, hasta el punto de que, cómo se ha dicho, la caridad es la via maestra de la Doctrina Social de la Iglesia» (Benedicto XVI), que, en último término, no es más que la aplicación del principio general de la caridad y del amor verdadero y universal a las diferentes circunstancias de la vida humana en cada país y en cada momento de su historia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por la Doctrina Social de la Iglesia, dice Benedicto XVI en Caritas in Veritate «provienen de la caridad, que, según las enseñanzas de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-46.) Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas».
Todo esto está en la base del Documento de la Conferencia Episcopal Española que no es un viraje a la izquierda ni una adaptación a «nuevos aires eclesiales», sino sencilla y llanamente ser consecuentes con el ser más íntimo de la Iglesia que permanece unida a Cristo, que ha traído la buena noticia a los pobres: Dios que es amor.
© La Razón
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