La violaron con 14 años: cuando la llevaban a abortar, Dios le hizo ver que su bebé era inocente
Fui madre biológica como consecuencia de un acto de violación. Sé lo que mucha gente piensa sobre el aborto en casos de violación, y quiero compartir mi historia para ofrecer un punto de vista alternativo que invite a la reflexión.
Entiendo cómo este problema puede afectar a la persona y lo duro que es afrontar el hecho de llevar adelante un embarazo después de haber sufrido una violación, algo que parece imposible de comprender.
Solía pensar que era la única en el mundo a quien le había sucedido. Pero no estoy sola y ahora tengo muchas amigas que han pasado por lo mismo y todas hemos salido adelante.
Violada a los 14 años
Yo era una muchacha joven. Tenía 14 años, era estudiante de primer año en el instituto, virgen, practicante, inteligente. Fui violada en el campus de la escuela secundaria por un chico de clase alta con el que apenas tenía trato. Lo conocí en una clase de matemáticas de nivel superior y me convenció para ir con él al departamento de música, donde me llevó a una habitación oscura, y me violó.
No se lo dije a nadie durante casi tres meses, hasta que ya no pude ocultar que estaba embarazada. Yo era la niña mimada de mi padre y estaba destrozada porque había perdido mi virginidad, algo sagrado que esperaba guardar hasta el matrimonio. No podía soportar la idea de decepcionarlo.
Concerté dos citas en un centro de abortos; una para que mi padre no se enterase y, la segunda, porque mi propio padre insistió, al sentirse avergonzado por haber fracasado en lo que él entendía que era protegerme y para salvaguardar el buen nombre de la familia. Me sentí avergonzada y triste por haberle fallado y asustada de destrozar a mi familia.
Dios, inocencia y confianza
Pero entonces, algo hizo cambiar todo. De camino a la segunda cita supe que Dios me hablaba y me decía que la sangre de ese bebé que llevaba en mi seno era inocente y que confiara en Él, que iba a llevarme de la mano.
Le pedí a mi padre que detuviera el coche y le dije que no sabía qué iba a hacer (mantener al bebé o darlo en adopción), pero que iba a llevar a término el embarazo y que quería que aquella niña inocente viviera.
Me sentí con el deber de proteger esa vida indefensa que crecía dentro de mí. Yo había visto el latido de su corazón. Supe, al instante, sentada en el coche, que no era culpa suya, no importaba quién la había engendrado, aunque fuera un violador. Entonces, supe que era mi deber y Dios, de alguna manera, me daría la fuerza para traerla al mundo.
La vía de la adopción... la niña es buena estudiante
Hice exactamente eso y elegí la adopción para mi hija. Escogí a sus padres, una pareja casada que llevaban siete años intentando formar una familia. Mi hija ha sido una buena estudiante y se graduó con muy buenas notas en el instituto. Ha sido aceptada en cuatro universidades y quiere convertirse en cirujano traumatólogo.
Mi familia es genial y las dificultades por las que pasamos con mi embarazo nos hicieronmás fuertes. De hecho, mis padres llevan más de 30 años de casados. Mi padre me ha pedido disculpas, y dice que está orgulloso de que confiase en Dios en lugar de obedecerlo a él, y porque ama muchísimo a su nieta.
Mi hija sabe que ella es un regalo de Dios. Se lo digo cada vez que tengo oportunidad. Se parece mucho a mí, y cuando veo su sonrisa, veo cuán bueno es Dios y cómo convirtió esa terrible experiencia en algo hermoso.
Aunque mi hija no conozca a su padre biológico, y probablemente nunca lo haga, tiene un padre adoptivo que la ama mucho y moriría por ella, un abuelo biológico (mi padre) que ahora está loco por ella y orgulloso (finalmente, superó sus reticencias y nos sentimos ahora más unidos que nunca), y muchos tíos, tías y primos por mi parte y también de la parte adoptiva.
Ella se ha dado cuenta de lo maravilloso y sorprendente que es Dios y cómo Él es capaz de hacer algunas cosas realmente increíbles y milagrosas cuando nos fiamos de él. Es una adolescente muy feliz que está descubriendo el mundo: le encanta el baile, la fotografía y el canto.
Al compartir, se va la vergüenza
¿Cómo lo superé? Principalmente, cuando entendí que Dios por algún motivo quería que las cosas sucedieran así. Compartir mi historia para ayudar a los demás me ayuda, también, porque la vergüenza desaparece cuando hacemos partícipes a los demás.
Con el tiempo, la atención psicológica, mis familiares y el apoyo de amigos, fui capaz de superar las contradicciones.
Con ayuda y la oración, perdoné al hombre que me violó. ¿Por qué? Porque, después de todo, él también es humano. Alguien probablemente le hirió también en alguna ocasión y pensó que desquitarse no estaba mal.
Una etapa dura: rabia con el bebé, con Dios...
Sé que la mayoría de las personas no entienden que yo aceptase a esa niña fruto de una violación. He sufrido mucho y tuve que entregar a mi único hijo en adopción después de llevarle nueve meses en mi seno. Fue, sin duda, difícil. Estuve a punto de sucumbir y, no pocas veces, quería hacerme daño porque me sentía avergonzada.
Durante muchos años, lo odié, le culpabilicé, sentía que el mundo había sido injusto conmigo, y yo estaba enojada con Dios.
Me sentía débil, como si estuviera loca, sucia, y pensaba que mi hija no merecía vivir.
Ahora, después de este largo viaje, tengo paz y veo como mi testimonio impacta a muchas personas día tras día. Espero que mi historia pueda ser también un estímulo para cuantos la escuchen.
Razones para defender a los pequeños
Por lo tanto, cuando la gente pregunta por qué estoy a favor de la vida, es principalmente por dos razones:
En primer lugar, porque siento pasión por defender esos pequeños corazones palpitantes que Dios espera que nosotros protejamos, les atendamos y seamos lo suficientemente fuertes para traerlos a este mundo, porque cada vida importa.
En segundo lugar, estoy a favor de la vida por aquellas mujeres y niñas que tan a menudo se han quedado solas, abandonadas, sintiendo lástimas de sí mismas, y con la sensación de que no son capaces.
Se les ha dicho habitualmente que la violación les ensucia, y que es impensable llevar adelante el embarazo.
Pero los pecados del padre no son los pecados del hijo – tampoco mis pecados te pertenecen, o viceversa. Si los violadores no merecen la pena de muerte (por ser considerada demasiado dura), ¿por qué sí deberían recibirla los bebés no nacidos por un crimen que no han cometido?
Todas las vidas importan. Cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de vivir la vida que nos ha tocado. Quiero que todos los bebés no nacidos tengan también su oportunidad, no importa cómo fuera su concepción ni el daño que ocasionara el hombre que me violó.
Quiero que todos nosotros tengamos nuestra propia oportunidad de ser amor, vida e inspiración para este mundo.
Quiero que estemos dispuestos a proteger a los demás, y ayudar a las chicas que han recibido algún tipo de abuso – ayudarlas a no sentirse sucias ni avergonzadas para que luego no tengan que arrancarles literalmente de su interior aquel pequeño que es su propia carne y sangre.
Cada mujer es fuerte y valiosa
Es mi objetivo ahora decir a cada muchacha que es valiosa, decir a cada mujer que es lo suficientemente fuerte para sobreponerse a cualquier problema, y que hay muchas personas dispuestas a ayudarlas a pesar de todo el entorno hostil.
Quiero animarlas a elegir la vida y, si no se ven capaces de ser madres, que opten por la adopción, porque hay personas ansiosas de tener un bebé.
Yo me siento muy afortunada cuando pienso en mi hija. Dios no nos deja cuando le llevamos nuestras preocupaciones para que pueda convertirlas en una obra maestra.
Espero que si llegas conocer a alguien que se encuentre en una situación parecida y dude sobre la vida de su bebé (independientemente de las circunstancias), que pienses en mí, y la animes a superarlo porque saldrá adelante.
Hazle saber que nunca estará sola, que hay gente deseosa de ayudar, que ella tiene toda la fortaleza para superar cualquier situación por dura que parezca.
Y si es generosa, todo su sacrificio se convierte en algo hermoso. Incluso si tuvo un embarazo no deseado, y sobre todo, si fue fruto de una violación, que piense que no debe cargar con el trauma que supone un aborto, ni tampoco debe castigar a su bebé con la muerte.
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