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Cuidad la Familia

En Santiago de Cuba terminó el Papa su viaje a la isla caribeña.  Agradeció el Papa la acogida recibida. Entre ellos se sintió como en casa, en familia.
   Comentó en la homilía el evangelio de las bodas de Caná; hace importantes observaciones sobre algunos aspectos del mismo. El primer signo público de Jesús se realiza en una fiesta de familia, en una boda.
   “Las bodas son momentos especiales en la vida de muchos. Para los <<veteranos>>, padres, abuelos, es una oportunidad para recoger el fruto de la siembra. Da alegría al alma ver a los hijos crecer y que puedan formar un hogar. Es la oportunidad de ver, en un instante, que todo lo que se ha luchado valió la pena. Acompañar a los hijos, sostenerlos, estimularlos para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus familias, es un gran desafío para los padres. A su vez la alegría de los jóvenes esposos. Todo el futuro que comienza tiene <<sabor>> a casa nueva, a esperanza. En las bodas, siempre se abre la oportunidad para agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que hemos recibido”.
   Hoy el momento de mayor convivencia en la familia es el de la noche. Se expone lo sucedido durante el día, se discute, alguna pelea entre marido y mujer. Lo contrario sería poco humano. Un momento precioso para dejar actuar a Jesús con su Espíritu conciliador y perdonador. “Es en casa donde aprendemos la fraternidad, donde aprendemos la solidaridad, donde aprendemos a no ser avasalladores. Es en casa donde aprendemos a recibir y agradecer la vida como una bendición y que cada uno necesita de los demás para salir adelante. Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos invitados a perdonar, a dejarnos transformar. Es curioso, en casa no hay lugar para las <<caretas>>, somos lo que somos y de una u otra manera estamos invitados a buscar lo mejor para los demás”.
   Así deben ser las Iglesias domésticas. Hay que mimar estos momentos para estar juntos, sufrir juntos y descubrir el amor concreto de Dios. Cuando desaparecen estos espacios… “Entonces no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso, no se sabe pedir perdón, no se sabe dar gracias, porque la casa va quedando vacía. No de gente, sino de relaciones, vacía de contactos, vacía de encuentros. De padres, hijos, abuelos, nietos, hermanos. Hace poco una persona que traja conmigo me contaba que su esposa e hijos se habían ido de vacaciones y él se había quedado solo porque le tocaba trabajar. El primer día, la casa estaba toda en silencio, en paz, estaba feliz; nada estaba desordenado. Al tercer día, le pregunto cómo estaba y me dice: quiero que vengan ya todos de vuelta, todos. Sentía que no podía vivir sin  su esposa y sus hijos. Y eso es lindo”.
   Sin familia, sin calor hogar hay división y masificación. Así los hombres son más manejables. Cuando olvidamos decir: papá, mamá, hijo, hija, abuelo, abuela, nos quedamos aislados y secos interiormente. “La familia es escuela de humanidad, escuela que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atentos a la vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia los egoísmos quedan chiquitos, existen porque todos tenemos algo de egoísmo. Pero cuando se vive una vida de familia se van engendrando esas personalidades que las podemos llamar así: yo, me conmigo, para mí, totalmente centradas en sí mismo, que no saben de solidaridad, de fraternidad, de trabajo en común, de amor, de discusión entre hermanos, no saben”.
   El Papa da una bendición especial a las mujeres embarazadas. Termina señalando cómo la Eucaristía se instituyó en una realidad familiar, en una cena de amistad. Hoy la Eucaristía es la fiesta de la familia de Jesús.
  
 
 

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