¿Somos asertivos como el Papa Francisco?
¿La gente nos huye o tiene la confianza de platicar con nosotros? Todos debemos cuestionarnos para saber qué tan asertivos somos; especialmente, al momento de proponer la fe que buscamos poner en práctica como una respuesta concreta a los retos del siglo XXI. El Papa Francisco –como diríamos en México- “cae bien” y esto no significa que sea una persona relativista o preocupada por su imagen, pues sabe poner sobre la mesa las cosas tal y como son. Tiene buen modo y eso hace que sus palabras sean valoradas. Hay que aprender del Papa, de la capacidad que tiene para comunicar y despertar consciencias.
Jesús también era asertivo, alguien que hablaba fuerte y claro, pero que sabía cómo llegar a las personas, entendiendo las costumbres, el contexto en el que se desenvolvía. No es lo mismo hablar de Dios en la periferia que en la ciudad, porque la gama de inquietudes varía de una realidad a otra. En ambas partes, hay que trabajar, pero entendiendo la vida de los destinatarios. Llegar con una cara larga o llenos de gestos prepotentes, nada tiene que ver con evangelizar. Más bien, se trata de complejos o aires de superioridad que distan mucho de la fe. Lo importante, aquello que no debe faltar es la sencillez al hablar, al comunicar. Escuchemos con atención al Papa Francisco y, desde ahí, demos un salto cualitativo que nos facilite las cosas, el trato con los demás, sabiendo dialogar desde la propia identidad cristiana que hemos recibido.
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