De gerente de publicidad a madre superiora en las carmelitas de Orense: «Es como cuando te enamoras»
Y hace exactamente 31, cuando estaba a punto de firmar un contrato como gerente de una empresa de publicidad en Madrid, se quedó en Ourense.
Todo cambió con una visita para participar en unos ejercicios espirituales.
«Se me complicó la vida. Yo había leído a Santa Teresa y me retó a conocer a las hermanas. Percibí que aquí había mucha luz y que iba a ser feliz. Y creo que así ha sido», explica.
Cuando se le pregunta cómo alguien puede dar a su vida un giro de 180 grados, enseguida encuentra una manera: «Es como cuando uno se enamora. Hay una fuerza interior que te dice que es así y que este es tu sitio».
Cuando llegó al convento ella era la hermana número 16 y hoy quedan once. Por eso, uno de los principales retos es conseguir que el Carmelo nunca desaparezca de Ourense.
Asegura que lo más importante para la vocación es la fe y que ahora el clima social lo hace más difícil.
Clara Pilar, al igual que el resto de hermanas, no vive ajena al exterior. Sabe y conoce todo lo que le pasa a su familia y amigos: «Mantengo relación con mis amigos y mis compañeros, que todavía me mandan lotería de Navidad. Sé cuando nacen sus hijos, cuando se examinan, cuando cambian de pareja... Y me vienen a ver. Incluso, cuando abrimos el noviciado, mi jefe en la empresa de publicidad vino y me regaló una estufa de biomasa».
También con su familia. Recuerda que su madre aceptó su decisión y que su padre nunca lo entendió. «Pero cuando vino a verme, vio que estaba feliz y me dijo: adelante. Me trajo las pinturas, porque me gusta mucho dibujar y pintar. Y le dijo a la madre maestra: Déjela pintar, que le ayudará....».
La vida en el convento ourensano se estructura en tres partes: la oración, la fraternidad y el trabajo. Por la mañana arreglan las instalaciones y trabajan en encuadernaciones de libros y artículos de ornamentación.
Tras la comida y la cena tienen varias horas de recreación. Es el momento en el que hablan entre sí y realizan actividades conjuntas. La tarde la dedican a la oración y la formación.
Al hablar de clausura y de celdas, Clara Pilar explica que no tiene que ver con una estructura determinada, sino con una determinación personal: No dejarse invadir por lo externo, por lo efímero o por lo superfluo.
«Nosotros cuando hablamos de dónde vivimos, mencionamos una celda. Pero no en el sentido de una cárcel, sino de la celdilla de la abeja que elabora la miel, la oración», subraya.
Y la clausura tiene más que ver con el deseo de que no entre nada del exterior que con salir y conocer. Es más, las monjas que viven en el convento visitan la ciudad cuando es necesario. Para acudir al médico o hacer gestiones.
E incluso, la misma Clara Pilar fue miembro, como presidenta, de una mesa electoral hace años. «Allí estuve, como uno más. Nosotros estamos aquí por los ourensanos», afirma.
Y añade: «Estamos informadas, conocemos las noticias fundamentales. Cuando pasó lo de París pusimos la televisión para verlo con nuestros propios ojos».
En breve, llegará al convento otra monja. Una chica que hasta hace poco era diseñadora de moda de alta costura, y esto es una de las cosas que más le alegran: «Las hermanas se van haciendo mayores, pero queremos que el Carmelo siga en Ourense».
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