16.000 niños mueren cada día
La campaña en cuestión la promueve la ONG internacional de origen inglés Save the Children, fundada por una señora tras la Primera Guerra Mundial para socorrer a los niños alemanes y austriacos damnificados por los estragos del conflicto.
Si entras en su página web, encuentras datos de la muchas cosas que dicen que hacen, incluso unos quesitos sobre el origen diverso de sus ingresos y en qué los invierten, pero sin aportar cantidades. Deben ser muchos millones de libras, euros o dólares, dado que operan en todo el mundo, aunque sin más referencias. Las ONG dedicadas a la caridad y filantropía, que por lo general manejan grandes sumas de dinero, no se distinguen por su transparencia económica. Ni siquiera las que en España dependen de la Iglesia, como Cáritas y Manos Unidas. Sin embargo todas piden dinero a los macerados ciudadanos, exprimidos como limones por Hacienda y demás congéneres de la cofradía de Alí Babá de los organismos oficiales.
Las ONG “laicas” de las que hablo sólo piden cuotas mensuales de poca cuantía: 10 euros, 15, 20, etc. “Hazte socio” es su reclamo final. Muy bien, pero “¿a dónde va a parar mi aportación, más allá de los grandes números?". Y sobre todo, cuánto cobran los empleados. Sabemos que en todas estas organizaciones hay mucho voluntario, mucha gente de gran corazón que presta su tiempo a tareas humanitarias. En mi parroquia hay media docena de mujeres beneméritas que se ocupan de escuchar y atender a los demandantes de ayuda a la Cáritas parroquial, que principalmente son moritas. Es la actividad más distinguida de la parroquia.
Pero lo llamativo del caso es que con cuotas tan exiguas se solucionan todas las carencias del pauperismo infantil en no sabemos dónde. Agua potable, comida, medicamentos y asistencia sanitaria, enseñanza, todo. No obstante, me pregunto, ¿los directivos y ejecutivos de estas ONG trabajan también gratis et amore? Lo pregunto porque al mismo tiempo que Save the Children se prodiga en anuncios (¿gratuitos?), aparecen otros que dicen ayudar a niños y refugiados, como Unicef o Acnur, que asímismo demandan dinero, como si la ONU fuera pobre de solemnidad. En este caso sí me gustaría a mí saber lo que cobran los benefactores empleados de tales agencias internacionales, porque siempre han sido conocidos los espléndidos sueldos que ganan los que consiguen meter cabeza en las innumerables covachuelas de la organización mundial. ¡Un chollo! Que se lo pregunten si no a doña Bibiana Aido, la nefasta ministra de Igualdad del no menos nefasto Rodríguez Zapatero.
Pienso, por tanto, que un poco de mayor claridad y publicidad de sus cuentas no estaría de más (incluidas Cáritas y Manos Unidas), en lugar de sacar a pasear siempre al niño de la mosca, aunque últimamente le hayan espantado la mosca.
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