Alegraos (9)
¡Jesús nos antepone a nosotros, antes que nada! Jesús en Getsemaní tiene doa prioridades: la Voluntad del Padre y nuestro bienestar. Y la sensibilidad de Jesús en Getsemaní era de una repugnancia infinita: primero el amor a la Voluntad del Padre y después el bienestar de los hombres. Y sus sentimientos los aparcó: “que no se haga mi voluntad, sino la Tuya”.
Esa es la perspectiva real de vida que tenemos que tener, así tenemos que mirar la vida: ¡desde Él!... ¡Olvido propio! ¡Abnegación propia! “El que quiera venirse Conmigo, que cargue con su cruz, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que Me siga” (Mt, 16 24; Mc 8, 34).
Y diréis: -¡Pues vaya panorama! Nos lo has pintado bonito…
-Es lo más bonito del mundo, porque la verdadera alegría la vais encontrar ahí: negándoos a vosotras mismas.
Y me vais a decir: -¡Tú estás zumbada! ¿Cómo voy encontrar la verdadera alegría ahí?
- ¡Sí! Una alegría a lo mejor no sensible, pero real.
Es que sobre la alegría había tantas cosas que decir... La alegría no es la juerga, el jolgorio y estar eufórico ¡No! Habrá momentos en que se exteriorice así, pero la alegría es una decisión personal y mi alegría es Jesús: mi alegría es vivir como Él, sentir como Él, amar como Él. Y la paz y la alegría que voy a sentir cuando me vaya liberando de mi egoísmo -porque luchando lo vaya venciendo- no tiene parangón con nada de este mundo. Y esa es la verdad, lo demás son coplas o literaturas bonitas. La verdad es esa: la negación propia te lleva a la alegría, porque estás venciendo el egoísmo. Y el egoísmo es la fuente de la tristeza, del malestar, de la frustración... de todos los sentimientos negativos.
“Cuando Dios nos llama” y nos llama a vivir de esa manera, nos hace el mayor regalo, la mayor bendición, el mayor don y -aunque nos parezca imposible- “Dios nos hace entrar así en su descanso y nos pide descansar en Él como proceso continuo de conocimiento de amor y -eso es parte de nuestra llamada, ¿no?: descansar en Jesús, descansar en Su Palabra, descansar en Él- y esto hace que resuenen en nosotros aquellas palabras que Jesús le dirige a Marta: “tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y hay una sola que es necesaria” (Lc 10, 41- 42a): Jesús, su Querer y descansar en au Voluntad.
Dice el Documento que “hemos de renacer y ser criaturas nuevas, que el que está en Cristo –dice San Pablo- es una criatura nueva (2 Co 5, 17). Y el Papa Francisco indica el nombre de este renacer: este camino tiene un nombre y un rostro: el rostro de Jesucristo. Él nos enseña a ser santos. En el Evangelio nos muestra un camino: el camino de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12). Esta es la vida de los santos: personas que por amor a Dios no le pusieron condiciones a Él en su vida.” (El Papa Francisco en una alocución que se titula: “No superhombres, sino amigos de Dios”. Esto lo dijo en un Ángelus el 1 de noviembre de 2013, Solemnidad de Todos los Santos: “los santos no son súper hombres, sino amigos de Dios”)
Entonces nos dice él que “los santos no son superhombres”, y yo me acuerdo mucho de la frase de la Santa Madre, “amigos fuertes de Dios”. Esos son los santos. Y ella dice que “es menester amigos fuertes de Dios para sostener a los flacos” (cf. Vida 15, 5) Hace falta gente fuerte, decidida... decidida en el sentido de determinada a entregarse del todo para sostener a los miembros débiles del Cuerpo Místico de Cristo.
“La vida consagrada está llamada –dice el Documento- a encarnar la Buena Noticia, en el seguimiento de Cristo, muerto y resucitado, y hacer propio el ‘modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y ante los hombres’ (cf. Vita Consecrata, 22)… El modo de existir y de actuar de Jesús: los sentimientos, las actitudes, las entrañas de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y los hermanos.
“…Asumir –dice el Documento- en concreto su estilo de vida, adoptar sus actitudes interiores, dejarse inundar por su espíritu, asimilar su sorprendente lógica y su escala de valores (la de Jesús), compartir sus riesgos y sus esperanzas, guiados por la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla”.
¡Qué bonito esto último! Vivimos guiados por la seguridad, por la certeza de que yo he sido encontrada, alcanzada y transformada por la verdad que es Cristo. Y esta realidad que ha acontecido y acontece en mi vida, yo no puedo dejar de gritarla y proclamarla al mundo entero. Jesucristo me ha cambiado de raíz, como quien da la vuelta a un calcetín: ha sacado de mí lo mejor que yo tenía dentro, que ni yo misma sabía que lo tenía y lo peor lo ha ido puliendo y podando. Y esa seguridad, de saber que he sido alcanzada por Él, encontrada por Él y transformada por Él y por su amor es una verdad que no puedo dejar de testimoniar y de gritar al mundo entero.
Tenemos que vivir experimentando de alguna manera –y si no experimentamos tenemos que pedir cada día esa gracia- la necesidad urgente -¡muy urgente!- de vivir en Jesús y de ser Jesús, de dar ese testimonio: que mi vida sea Jesús, que quien me vea a mí y vea a la comunidad vea a Jesús. ¡Esa es una necesidad urgente!
“Permanecer en Cristo nos permite acoger la presencia del Misterio que nos habita y que hace que se nos dilate el corazón a la medida de Su Corazón de Hijo. El que permanecer en Su amor, como el sarmiento que está unido a la vid, entra en la familiaridad con Cristo y da mucho fruto: ¡Permanecer en Jesús! -de manera estable y continuada- Se trata de permanecer unidos a Él, dentro de Él, con Él, hablando con Él”, viviendo siempre con Él.
Dice San Ambrosio: “La señal de Cristo está en nuestra frente y en nuestro corazón… en nuestra frente para confesarle siempre, y en nuestro corazón para amarle… y en nuestro brazo para hacer el bien”. “La vida consagrada en efecto es una continua llamada a seguir a Cristo y a conformarnos con Él. Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla; y finalmente su entrega total, todo es precioso y nos habla de su vida.”
“El encuentro con el Señor –dice el Documento- nos pone en movimiento y nos empuja a salir de la autorreferencialidad”. Es una palabra apropiada para que se le trabe uno la lengua, y, en definitiva, la autorreferencialidad es mirarse la punta de la nariz. Explicación de autorreferencialidad para torpes: “no se mire usted la punta de la nariz”. Esto es la autorreferencialidad: ser yo mi centro y mi referencia.
Algunas veces, os he puesto el ejemplo del círculo... El círculo es un círculo, tiene un perímetro y un centro. Bueno, pues yo tengo que descentrarme del círculo. El centro del círculo -que soy yo- es Jesucristo. Y en torno a ese centro, todas las personas a las que tengo que amar, y ya el perímetro del círculo, fuera del círculo… luego ya soy yo. Y generalmente lo hacemos al revés: yo me pongo en el centro del círculo, después están los demás, y allí ya... en lontananza... el Señor diciendo: “si me dejáis entrar y hacer algo…”
Pues hay que descentrarse, salir del centro de mi vida, desplazarme del centro de mi vida y en el centro de mi vida poner al Señor. Y yo cuanto más hacia la periferia del círculo, mejor me irá la vida, y más feliz seré, porque mi alegría es Jesús. Y yo... ¡cuanto más lejos del centro mejor! Porque cuanto más ocupe Jesús en mi círculo, más seré Jesús y más le llevaré a Él y más le podré mostrar a todos. Es absolutamente necesario descentrarse para poder seguir a Jesús.
“La vida cristiana está determinada por verbos de movimiento, es una búsqueda continua, incluso cuando se vive en la dimensión monástica y contemplativo-claustral”. Es que a un monasterio no hay que venir a vegetar, hay que venir a vivir. ¡Vivir no es vegetar! Los que vegetan -no sé si lo sabéis- tienen el encefalograma plano, el cerebro fundido y el corazón a veces les funciona con una máquina. Vivir es que yo por mí mismo estoy lleno de vida, de fuerza, de energía... mi cabeza funciona sola y mi corazón también. ¡No vegeto! ¡¡¡Vivo!!! Y Jesús dice: “he venido a traer vida y vida abundante”. La plantitas están en los tiestos y si las cambian de tiestos crecen, si las riegan... siguen bien y si no se secan. ¡Yo busco la vida!, ¡busco mi alimento!, ¡vivo!, ¡actúo libre y responsablemente! Y en la vida monástica y contemplativa también.
-¿Cómo voy a estar yo en un monasterio con lo activa que soy y lo dinámica que soy…?
- Pues por esto. Los pasmarotes… ¡fuera!, para que los jaleen un poco. ¡¡¡Aquí las pánfilas no tienen futuro!!!
-Con lo activa y dinámica que soy…
-¡Pues justamente! Al convento no se viene a vegetar, se viene a vivir y vivir en plenitud. ¿Cómo vamos a engendrar vida, dar vida, ser madres, alimentar a otros, si estamos en estado vegetativo?
Tenemos que estar llenas de vida, de fuerza, de vigor, para poder transmitir la vida y darla a los demás. Si a la levadura, le quitan la fuerza, por mucho que la metan en la masa… La levadura está llena de fuerza y la sal de sabor. Aquí en el monasterio las sosas, las insípidas... pues ¡tampoco! ¡¡No!!
¡Gente con fuerza! ¿Qué el caballo está desbocado? El potro ya lo domaremos, tenemos experiencia. ¡No hay problema! Torres más altas han caído… ¡¡Vida!!
Dice el Papa en Evangelii Gaudium 266: “No se puede perseverar en una evangelización ferviente si no se está convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo”. Lo ha dicho el Papa, ¡yo no he sido!
El Papa Francisco nos exhorta a la inquietud… –no al baile de San Vito ¡entendamos: inquietud sana!- “El Papa Francisco exhorta a la inquietud de la búsqueda, como fue para Agustín de Hipona: una inquietud del corazón es lo que lleva al encuentro personal con Cristo –¡los chopos con ojos nunca se encuentran con nadie!- y le llevan a comprender que ese Dios que buscaba lejos de sí es el Dios cercano a cada ser humano, el Dios cercano a nuestro corazón, más íntimo a nosotros que nosotros mismos.”
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