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Misioneros valientes, predicadores incansables de Jesucristo

Queridos amigos y hermanos de ReL: el pasaje evangélico de san Marcos, capítulo 4, versículos 21 al 30, nos presenta el primer discurso de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde sus vecinos y conocidos, dieron el siguiente testimonio: “todos estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca”.

Pero los nazaretanos se dejaron pronto llevar por consideraciones demasiado humanas. ¿No era acaso Cristo un hombre como ellos, hijo de José, el carpintero?  Y si de veras era el Mesías, ¿Por qué no hacía en su patria los milagros que realizaba en otras partes?  ¿No tenían sus paisanos derecho especial a ello?

Jesús intuye tales protestas y responde: “Ningún profeta es bien recibido en su tierra”.  Y les demuestra que el hombre no puede dictar leyes a Dios, porque Dios es libre de distribuir sus dones a quien quiere, recordando los casos de la viuda de Sarepta a la que fue enviada el profeta Elías con preferencia a todas las viudas de Israel, y del extranjero Naamán, único leproso curado por el profeta Elíseo.

Jesús quiere hacer comprender a sus paisanos que ha venido a traer la salvación no a una ciudad o a un solo pueblo, sino a todos los hombres, y que la gracia divina no está ligada a patria, raza o méritos personales, sino que es completamente gratuita.

La reacción de los nazaretanos es violenta: cegados por la estrechez de mente y despechados por no haber obtenido su pretensión, “le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle”.

Esta es la suerte que reserva el mundo a los que, como Cristo, tienen la misión de anunciar la verdad.  Lo recuerda la narración bíblica de la vocación de Jeremías, que tan bien se relaciona con el trozo de Lucas meditado hasta aquí.

Dios había elegido a Jeremías como profeta aún antes de nacer, más cuando el joven sabe por revelación que ha sido elegido, tiembla, y presagiando la vida azarosa que le espera quiere rehusar.  Pero Dios le anima: “No temas... porque yo estoy contigo para librarte, te harán la guerra, más no podrán contigo, pues yo estoy contigo para salvarte”.

Si los profetas y apóstoles tienen el deber de afrontar con fortaleza el riesgo de su misión, los fieles tienen el deber de escucharles y seguirles.

Que el mismo Señor, nos conceda esta fuerza interior, para afrontar con ánimo seguro y confiado los problemas y contratiempos que puedan surgir en nuestra misión de ser misioneros valientes, predicadores incansables de su Palabra.

Con mi bendición.
Padre José Medina

“Intimidad divina” es un libro de meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año, todo un clásico, cuyo autor es el P. Gabriel de Santa María Magdalena, carmelita descalzo, (1893-1953). Es uno de los grandes maestros del siglo XX, estas meditaciones en texto y en audio, síntesis y readaptación de las suyas, las presento como un sentido homenaje y con el sincero empeño, de darlo a conocer a las nuevas generaciones de cristianos.

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