Querido padre: por favor, deje de hacerlo
Si usted asiste a misa diariamente, lo más probable es que vea violada esa norma una docena de veces a la semana. La gente que va a misa sólo los domingos la ve violada una media de dos o tres veces por semana, como mínimo. La autoedición o el reescribir de arriba abajo el texto de la misa prescrito es algo virtualmente epidémico entre los sacerdotes que cursaron el seminario en los últimos años 60, en los 70 y a principios de los 80; es menos patente en el clero más joven. Pero ya sea cosa de los ancianos, de los de mediana edad o de los jóvenes, es algo odioso y un obstáculo para la oración.
Especialmente ahora, me atrevería a decir, dada la restauración en el lenguaje litúrgico de unos ritmos más formales a partir de las traducciones inglesas que utilizamos desde el Adviento de 2011. No es que esas traducciones sean inmaculadas. Pero suponen una abrumadora mejoría respecto a lo que había, como se puede comprobar comparándolas con las que todavía persisten (¡ay!) en el breviario.
Además, al restaurar el lenguaje sagrado que se descartó dictatorialmente en la traducción anterior, la traducción actual nos recuerda que la misa está lejos de ser una reunión social: es un acto de culto, cuya majestad debe reflejarse en el lenguaje litúrgico, que no es el lenguaje del supermercado ni el de un partido de fútbol.
Sin embargo, en cierto sentido la nueva traducción ha empeorado las cosas. Porque cuando el Padre Va-por-Libre se exprime el cerebro para demostrar a toda la comunidad lo guay que es introduciendo lo que cree que son cambios muy chulos en el texto de la misa, en ese momento desafina aún más ante cualquier oído medianamente fino. Y desafinar complica mucho la oración.
Así que al comenzar un nuevo año, ¿puedo sugerir a nuestros padres en Cristo que dejen de retocar o de forzar el misal, o de jugar con él de cualquier forma que sea? Como dice un viejo liturgista para referirse a las diferencias de color que en el misal distinguen las oraciones de las rúbricas: "Lee lo negro y haz lo rojo". Y con eso basta, padre. Lea lo negro y haga lo rojo. O, mejor, rece lo negro y haga lo rojo.
Esa autodisciplina por parte de los celebrantes ayudaría también a eliminar el clericalismo (si no algo peor) que implica que el Padre Va-por-Libre... pues eso, que vaya por libre. Porque hacerle burla con la mano -metafóricamente- al claro mandato del Concilio (por no mencionar a las rúbricas del misal), el Padre Va-por-Libre está de facto afirmando su propia superioridad sobre la liturgia. Y al hacerlo está degradando, lo pretenda o no, a la comunidad en su papel de ofrecer un recto culto al Dios tres veces santo.
En una misa celebrada adecuadamente, el diálogo vocalizado como oración entre el celebrante y la comunidad tiene lugar según un ritmo lingüístico establecido por el texto de la misa que todos conocen. Y ese ritmo se rompe cuando, por tomar un ejemplo que me chirrió recientemente, el celebrante anuncia la lectura del Evangelio diciendo: "La Buena Nueva del Señor según Lucas". Ante lo cual, la respuesta prevista, "Gloria a ti, Señor", resulta ridícula, mientras que cuadra perfectamente con el anuncio establecido: "Lectura del Santo Evangelio según San Lucas".
Tal vez le sorprenda al Padre Va-por-Libre, pero tras más de cuatro décadas de sacerdotes-celebrantes intentando ser Johnny Carson, Bob Barker, Alex Trebek [famosos presentadores de la televisión norteamericana] o quien sea, esa actitud resulta una antigualla. Padre: simplemente, usted no lo hace bien. Su forma de "ir por libre" suele resultar banal, cuando no estúpida. Es más, usted nos menosprecia, dando a entender que nosotros, la comunidad, no sabemos manejarnos con el lenguaje litúrgico, y necesitamos que nos diviertan para participar. De hecho, si usted escucha atentamente, descubrirá que las respuestas de la comunidad disminuyen cuando usted invita a responder a su modo, en vez de hacerlo al modo de la liturgia.
Así que, por favor, padres en Cristo, ahórrennos estos intentos de ser creativos, de resultar guays, o lo que sea que ustedes crean que están haciendo. Simplemente, no funcionan. Por favor, limítense a rezar lo negro y hacer lo rojo. Y el culto tal como el Vaticano II lo quería mejorará mucho con ello.
Publicado en First Things.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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