La audacia debiera ser el onceno mandamiento
Hablemos ahora de la audacia, aquella que caracteriza de manera especial a los fundadores y a las fundadoras. La gran mayoría de ellos, son un punto de referencia que inspira por la variedad de proyectos que llevaron a la práctica, poniendo en juego sus habilidades y talentos. Gente que dejó huella, porque supo responder, desde la fe, a los retos del contexto histórico que les tocó vivir, abriendo brecha hacia el futuro. Así tenemos, por ejemplo, a un Sto. Domingo de Guzmán, cuyos frailes están por cumplir ocho siglos o, en su caso, a una Sta. Teresa de Ávila que sigue siendo un ícono de la literatura española. Al conocer la vida de muchos que han sabido fundar sobre roca, cabe preguntarnos, ¿qué estamos haciendo nosotros? Es verdad que no todos tenemos vocación de fundadores, pero al nivel de cada uno, es importante ser audaces a la hora de comunicar el Evangelio. Cuidar la parte que nos tocó, construyendo nuevos liderazgos.
Muchos fundadores tuvieron acceso a menos recursos de los que tenemos ahora. Por lo tanto, estamos obligados, en el buen sentido de la palabra, a renunciar a los pretextos que nos impiden construir. ¿Qué entendemos por construcción? Compartir la fe, saber proponerla y, si en el camino, hace falta algún proyecto institucional, aceptar el reto de darle forma. Pero, ¿dónde queda lo informal? La Iglesia necesita estar en todas partes y hacerse presentes de diferentes maneras. Algunas veces, será sobre la marcha, en lugares que aparezcan de pronto, pero otras requerirán de estructuras que, bien coordinadas, sirven para conectar con la sociedad y, desde ahí, generar procesos de transformación. A la M. Angélica le tocó dar paso a instalaciones que permitieran transmitir un mensaje a los televidentes. De ahí la necesidad de estar abiertos y mantenernos actualizados para responder mejor a lo que Dios, a través de las personas y de las circunstancias, nos está pidiendo.
¿Y la prudencia? Bien, no está peleada con la audacia. Es necesaria, pues tampoco podemos caer en el desorden, pero cuando se combinan, formando una suerte de binomio, hacemos grandes cosas. Debemos superar el “no se puede”, cuando el proyecto tiene sentido y lo único que faltan son manos que lo quieran trabajar. ¿No terminaremos siendo activistas? Depende de la calidad de la oración. Cuando hacemos bien las cosas y cuidamos nuestra relación espiritual con Jesús, lo descubrimos en el trabajo. Hay que tocar puertas, formar pacientemente liderazgos y ser audaces como lo han sido tantos que estuvieron antes que nosotros.
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