El beato Manuel González, pronto canonizado, se volcó en escolarizar a los niños pobres de Huelva
"Vivió aquí, como un onubense más, en la casa número 12 del Paseo de Santa Fe, desde 1905 hasta el 16 de enero de 1916, día de su consagración, en la catedral de Sevilla, como Obispo Auxiliar de Málaga", escribe el obispo de Huelva.
El Beato Manuel, cuando llegó a Huelva, se dio cuenta enseguida de que había un gran número de niños sin escolarizar. La escuela era “una necesidad muy grande y muy triste”, escribió. Dedicó sus primeros esfuerzos a involucrar a todos en la creación de escuelas.
Surgió, primero, la del Sagrado Corazón, confiada a la dirección de D. Manuel Siurot, en la antigua iglesia del barrio San Francisco. Esta obra que inició el beato sigue hoy viva en el edificio del Seminario, con el Colegio Diocesano, en el que estudian alrededor de mil quinientos niños en la actualidad.
Luego acondicionó los locales anejos al Santuario de la Cinta para escolarizar a los chiquillos de los asentamientos de los Chorritos alto y bajo, en las laderas del Conquero.
Al mismo tiempo, en el otro extremo de la ciudad, “teniendo en cuenta también el lamentable abandono de esos barrios del campo, ninguna escuela oficial ni particular, los párrocos decidimos dotar a aquella extensa porción de nuestra feligresía rural de Iglesia y escuelas… y alquilamos unos grandes almacenes existentes frente al Matadero, que forman esquina con la calle Polvorín, por bajo de la Huerta de los Perales y a la calle que conduce al sitio del Pozo Dulce”. Estas instalaciones provisionales fueron sustituidas por otras definitivas, origen del actual Colegio de las Teresianas, en la Avenida de Guatemala.
En el curso siguiente al de la inauguración de las Escuelas del Sagrado Corazón, es decir en el año 1909, el Beato Manuel tendió puentes entre la enseñanza escolar y el mundo del trabajo. Creó un Patronato de Aprendices, obra que él llamaba “su ojito derecho”, y una granja para los jóvenes que se orientaban al trabajo agrícola y ganadero.
Manuel escribía: “Pobrecillos los pobres, ¡despiertan tan poco interés a su paso por el mundo!”
Él se hizo presente entre los que habitaban todavía en las cuevas de los cabezos de la Cuesta del Carnicero y del barrio de San Sebastián, con el fin de conocer de cerca sus problemas y sufrimientos.
Tuvo que participar en el horror que produjo el hambre entre miles de onubenses. En el invierno de 1913 se inundaron las marismas del Tinto y del Odiel, desbordados por intensas lluvias. Simultáneamente hubo huelgas en el sector de la minería de Riotinto, a las que se añadió el forzado amarre de la flota pesquera a causa de un conflicto con los pescadores portugueses. La miseria se desbordó en la ciudad: más de 19.000 trabajadores dejaron de llevar el jornal a sus casas durante cuatro meses.
El Arcipreste lanzó un manifiesto al corazón generoso y caritativo de los onubenses titulado “El hambre en Huelva”, que puede sintetizarse en estas frases textuales: “Ante situación tan precaria que está llevando la desolación a tantos hogares, y sin prejuzgar cuestiones sumamente delicadas y que exigen serenidad y prudencia exquisitas, creo mi deber excitar, aunque creo que no lo necesitan, la caridad y el celo de los reverendos sacerdotes y buenos católicos de Huelva en favor de tanto hogar triste y desvalido”.
El obispo recuerda también que la Unión Eucarística Reparadora que fundó el beato Manuel y hoy está en muchos países "nació en el sagrario de la Parroquia de San Pedro, de Huelva, el 4 de marzo de 1910".
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