De danzas liberadores a la Lectio Divina
¿Por qué ir a las mantras cuando podemos hablar con el que lo es todo a través de sus propias palabras? Hay que detenernos en esto y no es porque seamos rígidos o ultraconservadores, sino porque sencillamente la vida espiritual crece con la práctica de la Lectio Divina. Tiene pedagogía, consigue aterrizar bien lo leído para luego pasarlo a la vida. La danza no es el problema, pero rebuscarla y quererla meter a fuerza en la vida espiritual no da rumbo. Luego nos sorprendemos de lo difícil que es que muchos perseveren en su vocación, pero es que danzando de forma astral, se relacionan con el espacio, pero no con Dios que supera toda expectativa.
El otro día había en la playa un grupo haciendo una meditación de tipo cósmico. Todo lo que repetían era desde el “yo”. En cambio la Lectio, ilumina al “yo” con Dios y lo abre al interés por los demás. Un triple efecto que saca de uno mismo. Y da paz, alegría, ganas de disfrutar lo sano que la vida ofrece, pero con un sentido trascendente, más allá de la emoción de los primeros diez minutos.
Danzas, ritmos, pero ¿cuándo silencio?, ¿cuándo dejarse -como dice el papa Francisco- mirar por Dios desde el sagrario?, ¿cuándo ser justos con los necesitados?, ¿cuándo asumir nuestro compromiso ciudadano? Vale la pena aprovechar los medios que la Iglesia nos presenta. Están al alcance de la mano ¡y son gratis!
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