Raúl Muelas, capellán de la plaza de toros de Palencia: «Un torero rezando es una estampa preciosa»
- ¿Cuándo tomó la alternativa como capellán?
- Cuando murió el anterior, un asesor de la plaza de toros fue a ver al obispo para decirle que mantuviera la capellanía, que hacía mucho bien. Yo era el secretario del obispo, y antes de esa reunión estuve hablando con aquel asesor sobre el mundo del toro, su dimensión trascendente… Así que cuando el obispo preguntó a quién podría poner le dijo: «Pues a su secretario, que sabe mucho de esto».
- ¿Y qué hace en una plaza de toros?
- Tengo varios cometidos que se resumen en cuidar de las almas de las personas que acuden al festejo. Cuando hay corrida aplico la Misa de esa mañana para que no pase nada grave, que nadie lo viva como ocasión de pecado sino para gloria de Dios… También cuido de que la capilla sea un lugar digno y recibo en ella a los toreros y a sus cuadrillas. Les invito a pasar antes del paseíllo.
- ¿Y pasan?
- Prácticamente todos. Yo los acojo y rezo con ellos, o les dejo en la soledad de la oración si me lo piden.
- ¿No hay superstición en rezar antes de la faena?
- Hay personas supersticiosas, pero en la capilla sobre todo se ven estampas de mucha fe. Un torero rezando es una estampa preciosa.
- ¿Por qué?
- Porque rezan muy en torero: van de luces y se ponen en jarras ante el Crucificado, como brindando su vida a Dios. Se giran con solemnidad hacia la Virgen, como mirando a su Madre en el tendido. Tengo grabada la imagen de un subalterno con los ojos hacia el cielo, sumido en la oración. Luego, hasta que salen al callejón, se quedan allí y escuchas conversaciones muy bonitas y trascendentes.
- ¿Se relaciona con los aficionados?
- Claro. El capellán está para llevar la cercanía de la Iglesia a la gente que vive la fiesta. Cada feria doy charlas sobre la belleza como forma de encontrar a Dios, la muerte, la trascendencia de la lucha… La gente se extraña si no me ve en el callejón. Entre tanto traje de luces, imagine lo que destaca uno de negro y con clériman…
- ¿Le han criticado por ser taurino? No es muy políticamente correcto…
- Cuando se establece un debate desde el respeto, yo reconozco que es una fiesta bárbara, pero trato de explicar que es una alegoría de la lucha, del sacrificio, del dolor, e incluso de la vida cristiana… Si la conversación es intransigente, prefiero callar.
- ¿Los toros son una alegoría de la vida cristiana?
- Con salvedades, sí. Dios lo crea todo y lo crea bueno, pero al hombre lo coloca como cumbre para cumplir el plan de Dios. Hombre y animal no están al mismo nivel, pero el hombre no puede hacer lo que él quiera, sino que ha de comportarse según una norma bien reglamentada, para someter con su inteligencia la fiereza de la naturaleza. También se puede ver como una parábola de nuestra vida, que ha de ser bravura, sin ir manseando.
- ¿Y cuándo hay alguna cogida?
- En casi todas las ferias hay una cogida, una contusión… Yo me voy a la capilla a rezar, después de decirle al jefe médico que estoy por si me necesitan. Lo normal es que vayan al hospital, así que esa noche o al día siguiente voy a ver al enfermo, a su familia… Hace poco, ofrecí mi casa a los amigos de un recortador de Valencia que tuvo una cogida bárbara. A mí nunca me han brindado un toro, pero no me importaría, porque sería signo de que se puede ver a Dios a través del capellán.</span>
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