San Ginés de Arlés, escribano mártir.
San Ginés de Arlés, escribano mártir. 25 de agosto.
Su memoria aparece recogida en este día en todos los martirologios antiguos, y San Gregorio de Tours (17 de noviembre) hace mención de él en su obra "Gloria de los Mártires". El testimonio más antiguo lo da el obispo San Paulino de Nola (22 de junio), y a él me suscribo:
Pero llegó un día en que ejerciendo en presencia del Juez de Arlés su oficio, se llegó a leer un impío y sacrílego edicto, que los Emperadores hacían publicar por todas las Provincias. Quedaron ofendidos los oídos del piadoso Escribano y su mano rehusó escribirlo. Hizo más: levantóse, arrojó sus registros a los pies del Juez, y renunció para siempre un tan triste ejercicio. Pero al mismo tiempo, para obedecer al Evangelio, que permite, y aun manda evitar en la persecución el primer tiro, se ocultó prontamente al furor del Juez, mudando continuamente de retiro y huyendo de ciudad en ciudad, como el mismo Evangelio dice. Dióse al punto orden de buscarle, y de prenderle.
Pero no siendo fácil descubrir el lugar en que se oculta, disponen que en cualquier parte que se halle, sea condenado a muerte luego al punto. Sabiendo esto Ginés, ya por un rumor común, o por noticias secretas que le habían comunicado sus amigos, toma nuevas precauciones para quedarse encubierto; acomodándose el espíritu en esta ocasión a la enfermedad de la carne. No obstante, como le pareciese necesario ser fortificado en la fe del bautismo, porque no había sido aún reengendrado en el agua por el Espíritu Santo, hizo pedir al Obispo por algunas personas de confianza; pero o fuese que en estos intermedios hubiesen preso al mismo Obispo; o que desconfiara este de la juventud de Ginés, no quiso exponer el Sacramento. Como quiera que fuese, dilató el conferírselo, enviándole a decir solamente que su sangre derramada por Jesucristo, le serviría en lugar del bautismo, que tan ardientemente deseaba recibir. A mí me parece que fue una disposición particular de la providencia, que el Obispo tuviese alguna dificultad en bautizarle. Sin duda quiso el cielo tener él solo parte en su consagración, y que Jesucristo le preparaba dos bautismos, uno de agua, y el otro de sangre, saliendo ambos del costado de este divino Salvador.
En efecto, penetrando Dios en las disposiciones del corazón de aquel que debía ser muy en breve mártir, no pudo consentir dilatar por más tiempo el coronarle. Mostróle, pues, a sus verdugos, y le ofreció a la espada de los que estaban sedientos de su sangre. Viéndose Ginés descubierto, se arrojó por sí mismo al Ródano, temiendo mucho menos la violencia de este rápido río , que la de los hombres. Pero respetando las aguas al santo, sirvieron de purificarle de las manchas que pudo contraer en el comercio del siglo. Vinieron estas a ser para él como las aguas de un nuevo Jordán, y por un duplicado misterio que se obró entonces, las aguas del Ródano consagraron el cuerpo del santo, y este recíprocamente las aguas. Esto fue también probablemente lo que le hizo atravesar, sin nadar, aquel impetuoso rio. El mismo amor con que caminó San Pedro sobre un lago, movió a Ginés de una orilla del Ródano a la otra: ambos iban a Jesucristo. Pero los verdugos que le iban [siguiendo de] cerca, pasaron con él, y habiéndole alcanzado en la orilla, le quitaron la vida, degollándole con su espada, en el mismo lugar que Dios había señalado para recibir la sangre de su Mártir.
Erigióse allí después un Oratorio, adonde los fieles van en tropas a ofrecer sus votos, seguros de alcanzar el cumplimiento. En tanto, separada de su cuerpo el alma de Ginés, vuelve a subir al lugar de su origen, que es el cielo; y el cuerpo, formado de la tierra, se quedó en ella. Los cristianos de aquel tiempo hicieron de manera que las dos Ciudades fundadas sobre las dos orillas del Ródano gozasen de este precioso tesoro sin dividirlo. Porque la tierra del lugar en que el mártir había derramado su sangre, conserva encarecidamente los vestigios, y el cuerpo transportado a la otra orilla del rio le sirve de adorno y de defensa. Y, así, presente el Santo en algún modo en estos dos lugares, honra a la una de las dos Ciudades con su sangre, y a la otra con su cuerpo".
Ocurrió este martirio imperando Diocleciano, probablemente en 303, año en el que efectivamente se emitió otro Edicto de persecución. El día elegido para la conmemoración parece simplemente una asimilación con San Ginés de Roma, que se celebra igualmente a 25 de agosto. Y no será el único, pues San Ginés de Brescello, obispo, igualmente se celebra en este día. Aunque se hable en el texto anterior de "dos ciudades" en realidad es la misma ciudad de Arlés, atravesada por el río y por ello dividida en dos. Efectivamente, la tradición y una capilla marcan el lugar en el cual el santo escribano fue decapitado, mientras que su cuerpo se venera en la catedral, al otro lado del río.
Su culto ya es sólido en el siglo VI, cuando Gregorio Turolense narra cómo se le venera en el sitio de su martirio. Había allí un árbol ya centenario, del que se decía tenía poderes curativos al haber crecido regado con la sangre martirial de San Ginés. También cuenta como invocaron al santo los viajeros de un barco que iban precisamente a venerar la memoria de San Ginés. Su barco perdió el ancla justo al pasar frente al lugar del martirio, y al momento que pidieron su auxilio, una suave brisa llevó el navío a la orilla sin peligro.
Además de ser el patrono de Arlés, San Ginés es protector de notarios, abogados, taquígrafos, secretarios, registradores de la propiedad, impresores y, claro, escribanos, cuando estos existían.
Fuentes:
-"Las Verdaderas actas de los Martires". Tomo III. Thierry Ruinart. OSB. Madrid, 1776.
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A 25 de agosto además se celebra a:
Beato José Cecilio de Santa María, carmelita mártir.
San Luis Rey de Francia, rey.
Santos del 25 de agosto.
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