Pérez-Reverte y la escuela feminista
Para las autoras del informe, una profesora y una educadora, los tres son misóginos. No sé los dos primeros, pero el chileno se graduó en lirismo al comparar a la mujer con la boina gris y el corazón en calma, que no es como llamarla pendeja. Ni sus veinte poemas de amor se compadecen con el reguetón ni su canción desesperada sería interpretada por Maluma en los bises de un concierto en Ciudad Juárez. En cuanto a Pérez-Reverte lean su artículo recién publicado en El Semanal y descubrirán la admiración que siente por las damas corajudas. Sí a pesar de eso les llaman misóginos es porque misógino, hoy, es cualquier hombre que crea que una mujer no es superior a él. O que le ceda el paso, ya que, a juicio del feminismo, lo hará para refocilarse con sus andares.
El informe plantea asimismo una escuela en la que las pistas de fútbol sean sustituidas por las de baile sin tener en cuenta que un agarrón dentro del área es menos masculino que un tango. También exige que los colegios lleven nombres de feministas o, en su defecto, de elementos de la naturaleza, de modo que es posible que, por la mezcla, no ponga reparos a que uno de ellos se llame Paco Clavel. Más difícil es cumplir con su pretensión de adaptar el temario de filosofía para que se estudien al mismo número de pensadores hombres que de pensadoras mujeres. Lo que nos lleva al mundo de las ideas de Platón, según el cual una imbécil es sólo la aproximación a la idea de una imbécil. Y ya que he sacado a colación a la estupidez aludo a una: la propuesta de suprimir de la escuela feminista la religión católica, lo que viene tan poco a cuento como pedir en un partido de balonmano que nadie vaya misa en lugar de que retorne Perramón.
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