Nietos y abuelos
A los padres los abuelos les están prestando un servicio social de primera importancia. Les vienen muy bien para aconsejarse, apoyarse y ser ayudados por ellos, especialmente en aquello que por su trabajo no pueden hacer, como cuando los nietos son pequeños y van a recogerlos a la escuela. Recuerdo una abuela que me decía: “Nosotras, las abuelas, somos las asistontas. Hacemos el trabajo de una asistente y además gratis y encantadas de la vida".
Pero si utilizamos a los abuelos, por supuesto muy a gusto de ellos, esta utilización debe tener sus contrapartidas: si ellos han dedicado su vida primero a los hijos y después a los nietos, no podemos abandonarles cuando a su vez necesitan de nosotros. La mejor residencia sigue siendo la familia y la vida en familia. Bastantes tienen además un muy importante papel en la transmisión de la fe y evangelización de sus nietos. La vida de los ancianos ayuda a captar mejor la verdadera escala de los valores humanos. En lo religioso muchos ancianos caen en la cuenta de que nuestra vida nos lleva hacia Dios y que la fe nos enseña que el Señor está cerca de nosotros, acompañándonos en nuestro camino y ayudándonos a aceptar los cambios que se van produciendo.
La ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de progresiva madurez del ser humano. Incluso el pensamiento de la muerte puede llegar a tenerse sin temor en la esperanza que allí se realiza nuestro encuentro definitivo con un Dios que nos ama infinitamente. Por ello muchos de ellos viven profundamente la fe y son un ejemplo para sus nietos, pues aunque las formas externas pueden ser muy distintas, los niños y jóvenes perciben con frecuencia actitudes sinceras y profundas. Los padres deben también pensar que uno de los mejores ejemplos que pueden dar a sus hijos, es atender debidamente a los abuelos.
Pero incluso aunque uno sea solamente un adolescente sin mayores responsabilidades, no crea que no puede hacer nada. Ante todo es importante para los abuelos que se sientan queridos, que vean que les hacemos caso, que les escuchamos y tomamos en serio sus observaciones, así como que sabemos valorar lo que hacen bien y no hacemos un drama por lo que hacen menos bien. La Sociedad y el Estado no pueden volver la espalda a aquellas familias, que, no sin generosidad, deciden cuidar y atender a sus mayores. Las familias que así actúan, nos enseñan a todos, especialmente a los más jóvenes, que no sólo el dinero es importante, sino que hay cosas de más valor, como son el respeto, el cariño y la ayuda a aquellos que nos han dedicado su vida, es decir que lo verdaderamente importante son las personas.
Gracias a Dios muy propio de la edad joven es querer ser una persona social y solidaria, llena de ideales. Pero no tiene que pensar en cosas muy raras, sino que se debe comenzar por lo que se tiene al lado, demostrando el cariño a los abuelos y visitándoles con relativa frecuencia, y no sólo, aunque también, seamos realistas, por la paga que puedan darle, sino sencillamente porque se le quieres y se les manifiesta así el cariño. Y si están en casa, ser muy amable con ellos. No hay que olvidar que una simple sonrisa es ya empezar a hacer el bien. El portarse bien con ellos puede enseñar a los adolescentes una cosa fundamental para su vida: que hacer el bien da una satisfacción superior a cualquier otra. Un nieto o nieta mínimamente amable, se mete en el bolsillo a los abuelos como le da la gana.
Para los abuelos, los nietos sois las personas más guapas, más listas, más buenas del universo. Y hasta se lo creen en serio. Procura no defraudarles.
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