El segundo milagro de la Virgen de Guadalupe
La historia de México y, por supuesto, de gran parte de América Latina, no podría entenderse sin el vínculo que dejó el acontecimiento guadalupano. María, en nombre de Jesús, se hizo presente, revitalizando la cultura. Se introdujo sin violentar. Así debe darse a conocer la verdad cristiana. Entrar, participar, pero sin romper el diálogo y, sobre todo, el respeto por lo positivo de cada cultura. Por ejemplo, la religiosidad de los indígenas, como aspecto abierto a la trascendencia, fue tomado por María de Guadalupe para llevarlos a conocer el Evangelio de un modo accesible. Dos culturas que, en un primer momento se hicieron la guerra, comenzaron a superar ciertas barreras políticas, sociales y lingüísticas a partir del mensaje transmitido por San Juan Diego al obispo Fr. Juan de Zumárraga en 1531. Aunque tuvo que pasar mucho tiempo, el punto de partida fue la aparición del Tepeyac.
Dentro de la historia de la salvación, María ha tenido un papel significativo. Su vida giró en torno a Jesús. La mariología, dentro de la especialización teológica, nos ha dado pautas para profundizar en su legado. Cada vez que la humanidad ha entrado en crisis, ella se ha hecho presente de muchas maneras, consolando y animando. Siempre con la meta de reorientar nuestra mirada hacia Dios, trayendo consigo un mayor entendimiento entre nosotros. El acontecimiento guadalupano puede resumirse en la fe que llega de un modo cercano, abierto a todos.
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