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De los grandes forjadores de América. Hoy, el fundador de Chile, Pedro de Valdivia


 
            Pedro de Valdivia nace en Villanueva de la Serena, en Extremadura, el 17 de abril de 1497. Hijo del portugués Pedro Oncas de Melo y de Isabel Gutiérrez de Valdivia, pertenece a una familia de hidalgos. En 1520 inicia su carrera militar en la Guerra de las Comunidades de Castilla, participando luego en las campañas de Flandes y en las Guerras Italianas.
 
            Con treinta años contrae matrimonio con Marina Ortiz de Gaete, de Salamanca, y ocho años después parte para el Nuevo Mundo en la expedición de Jerónimo de Ortal, llegando a la isla de Cubagua en 1535. En América participa en la exploración y conquista de Venezuela.
 
            En 1538 se une a Francisco Pizarro en su lucha contra Diego de Almagro, y es recompensado con unas minas en el Cerro de Porco, en el Potosí, encomienda vecina a la de la viuda Inés Suárez, con quien inicia amoríos. Un año después, Pizarro le autoriza a explorar Chile, considerada desde la vuelta de Almagro como tierra pobre y hostil, adonde le acompaña su incondicional Inés, que se enrola en la expedición como su criada.
 
            De la sierra cuzqueña baja al valle de Arequipa, costeando hacia el sur. Siguiendo el llamado Camino del Inca, llega a Chiu-Chiu. En San Pedro de Atacama sale al encuentro de su camarada de las Guerras Italianas, Francisco de Aguirre, lo que sin él saberlo, le salva la vid pues entretanto, llegaba al campamento un grupo liderado por Pedro Sánchez de la Hoz con la intención de asesinarle para tomar el mando de la expedición.
 
            En 1540, en el valle de Copiapó, derrota a un ejército de ocho mil indios y bautiza a la tierra como Nueva Extremadura. Llega al valle del río Mapocho, y a los pies del Huelén, funda Santiago de la Nueva Extremadura, primera ciudad española de Chile, que con el correr del tiempo, será su capital.
 
            Sus exploraciones lo llevan al valle de Chile donde se enfrenta al cacique Michimalonco. Valdivia lo apresa y Michimalonco le revela el gran seceto de los lavaderos de oro del estero de Marga Marga.
 
            Por ese entonces, ha de hacer frente a dos conspiraciones: la primera la de su compatriota Chinchilla, al que ajusticia; la segunda, la de los indios liderados por el propio Michimalonco y su hermano Trajalongo. Valdivia abandona Santiago a la búsqueda de los indios, y deja en la ciudad cincuenta infantes y jinetes al mando de Monroy, así como a su amante Inés. El caso es que Michimalonco se planta a las puertas de la ciudad y está a punto está de tomarla, cuando Inés se dirige a la prisión para ordenar la ejecución de unos caciques apresados, al objeto de asustar así a los atacantes. Como los guardias le preguntan “¿De qué manera los hemos de matar?”, Inés les responde “¡Desta!”, y los decapita ella misma. Sale entonces al patio, y blandiendo la espada en una mano y una cabeza en la otra, consigue la ansiada retirada de los indios. Cuenta la leyenda que entonces Michimalonco manda espías para ver si se había conseguido matar a alguno de los treinta y dos caballeros españoles, y que los espías le dicen que ya no son 32 sino 33, lo que da pie a la hermosa leyenda según la cual, Santiago Apóstol se había unido a la tropa.
 
            Repuesta la colonia, Valdivia encarga a Juan Bohón la fundación de la segunda ciudad del territorio, entre Valparaíso en Chile y el Callao, en Perú, a la que llamará La Serena.
 
            En 1546 con sesenta soldados, se adentra en la conquista del sur, pero al llegar a río Itata, la resistencia de los mapuches le obliga a regresar. Apresa no obstante algunos indios, entre los cuales un muchacho de real linaje y nombre Lautaro, hijo del cacique Curiñancu, al que convertirá en su paje y que tendrá, como veremos, no poca importancia en la vida del explorador español.
 
            Entretanto, unas nuevas ordenanzas prácticamente abolen el régimen de la encomienda, y los encomenderos peruanos, encabezados por Gonzalo Pizarro, se alzan en armas. La Corona envía a Pedro de la Gasca. El leal Valdivia se dirige al Perú y se pone a las órdenes del nuevo virrey. Los revolucionarios ya habían vencido en Huarina, pero Valdivia se llega a unas leguas de Cuzco y desde ahí hace blanco en la tienda de Gonzalo Pizarro, acabando con su vida y con la rebelión. La Gasca le premia otorgándole el título de Gobernador y Capitán General de la Nueva Extremadura.
 
            Valdivia vuelve a Chile, pero contraviniendo la prohibición de La Gasca de enrolar pizarristas o indios peruanos, Lagasca envía tras él a Pedro de Hinojosa, al que Valdivia se entrega, para poco después ser absuelto, aunque no sin condiciones, entre las cuales, la de hacer volver a su amante Inés Suárez, un personaje sin par al que un día dedicaremos una entrada en nuestras mujeres fantásticas de la Historia. Al llegar a La Serena, se encuentra la ciudad destruída y a treinta españoles muertos.
 
            En 1550 inicia una nueva campaña al sur. Esta vez hace frente a diez mil araucanos, entre los cuales el propio Michimalonco, que muere en la batalla. Valdivia realiza su tercera fundación, Santa María de la Inmaculada Concepción, donde instala la Real Audiencia.
 
            Desde Concepción sigue bajando hacia el sur hasta el río Valdivia, donde funda una nueva ciudad con su nombre. Dos años después funda una quinta ciudad, a la que llama La Imperial, por haber hallado la talla en madera de unas águilas con dos cabezas, semejantes a las del emblema imperial de Carlos V. Mientras se interna en la cordillera y funda la ciudad de Villarrica, así llamada por su abundancia en plata, su paje Lautaro se da a la fuga. Llega al seno de Reloncaví y divisa la isla de Chiloé, el punto más meridional que alcanzará nunca, en el paralelo 43, dos mil kilómetros al sur de Valparaíso y a algo más de mil del Estrecho de Mgallanes. Realiza la que habrá de ser su última fundación, Los Confines de Angol.
 
            En esto, los indígenas atacan Tucapel al mando del caudillo Caupolicán. Valdivia se encamina hacia el lugar, al que llega el día de navidad. Un inmenso ejército indígena se precipita sobre él, y aunque consigue rechazar dos brutales embestidas, a la tercera, que dirige el que fuera su paje Lautaro, sucumbe. Valdivia está a punto de lograr la huída, pero atrapado en unas ciénagas, es capturado. Tras tres días de atroces torturas con la amputación de sus miembros, asados y degullidos ante sus propios ojos, le es finalmente extraído el corazón y los indios beben chicha en su cráneo, un cráneo que será guardado como trofeo de guerra por los indígenas y que el cacique Pelantarú devolverá cincuenta y cinco años después, en 1608.
 
            Tiene el gran explorador de Chile, al morir de tan trágica manera, cincuenta y seis años. Contrariamente a lo que ocurre con otros forjadores de América, su figura es muy reconocida al día de hoy en las tierras que exploró y a cuya evangelización y civilización contribuyó, y numerosos monumentos, avenidas y plazas en Santiago y en otras ciudades chilenas y también españolas, llevan su nombre.
 
            Una pequeña Virgen policromada de madera que Valdivia llevó de España, lo acompañó siempre. Para ella levantará una ermita que hoy es la iglesia de San Francisco en La Alameda, el edificio más antiguo de Santiago, en cuyo altar aun reposa la diminuta imagen de Nuestra Señora del Socorro.
 
            Y sin más por hoy, queridos amigos, me despido de Vds. una vez más no sin desearles como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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