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Santa Constanza de Roma, virgen.

Santa Constanza de Roma, virgen, princesa. 18 de febrero.

Leyenda.
Un análisis de su “vida” lo primero que hace es poner en evidencia el poco valor histórico de las leyendas que narran su paso por esta vida. La suya y la de un par de santos más. Algo de historia hay, claro, pero muy mezclado con fábulas piadosas. Según las leyendas, Constanza era hija de Constantino el Grande, y padecía de escrófulas (lepra según otras versiones). Constantino la ofreció como esposa a su general Gallicano, recientemente viudo, y con tres hijas llamadas Augusta, Ática y Artemia, pero a este no le hizo mucha gracia y se negó. Por tanto, Constantino lo envió a Tracia, para defender las fronteras romanas contra los bárbaros.

Gallicano, conocedor de la fe cristiana, hizo un voto de convertirse a la nueva fe si salía victorioso. Como no podía ser menos en una hagiografía, así sucedió: venció y se convirtió. Al regresar a Roma supo que Constanza había sido sanada milagrosamente por Santa Inés (21 y 28 de enero) y que, junto a sus propias hijas (santas, celebradas también el 19 de febrero) se habían dedicado como vírgenes consagradas, junto a la iglesia de Santa Inés. Constanza tenía dos esclavos a su servicio, Juan y Pablo, a los que legó, a su muerte, la libertad y su patrimonio. Al asumir el poder Juliano el Apóstata, Juan y Pablo, fueron martirizados (se celebran a 26 de junio), con la intención del emperador de recuperar el patrimonio de Constanza. Luego del martirio, tres cristianos Crispín, Crispiniano y Benedicta los enterraron en el sótano de su propia casa (la donada por Constanza). Gallicano fue martirizado en Alejandría, adonde se le había desterrado por cristiano. El martirologio romano lo recoge a 25 de julio.

Para redondear la figura de Constanza los mártires Juan y Pablo son fundamentales. La tradición siempre ha querido que, en tiempos del emperador Valentiniano aún era conocido del enterramiento de los dos mártires Juan y Pablo. Un senador romano llamado Bizantius, cristiano, sacó los cuerpos del sótano de la casa, los colocó en un sepulcro de mármol y convirtió el piso bajo de la casa en un oratorio. Este Bizantius fue, nada menos, que el padre de San Pamaquio (30 de agosto), el amigo de San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, invención y traslación de las reliquias) y yerno de Santa Paula (27 de enero), que heredó la casa y el oratorio, construyendo un bello altar en 410, y embelleciendo el sitio, que el mismo San Jerónimo conoció. Era una iglesia rectangular, con patio y cisterna en medio, con un ábside bellamente decorado. Tenía una piedra de mármol con su oquedad para quemar aceite y ofrendas a los santos. En el siglo VI la habitó el papa San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre, elección papal), que envió alguna vez de este aceite del altar a la reina Teodolinda de Baviera, lo cual indica que ya sería un sitio famoso por su veneración. La reliquia del aceite se conserva aún, junto a unos exvotos en forma de avecillas de oro, también ofrendas que el mismo papa habría tomado del santuario y enviado. En el siglo XII el papa Adriano I, construyó una iglesia de gusto medieval, renovada y redecorada en varias ocasiones. Actualmente es la Casa Generalicia de los Padres Pasionistas.

Historia.
Es cierto que el emperador Constantino tuvo una hija, cuyo nombre correcto es Flavia Julia Constantina, aunque generalmente es llamada Constanza. Sin embargo, consta históricamente que no era una virgen consagrada, sino que estaba casada con Anibaliano. Y más aún, si creemos al historiador militar Amiano Marcelino, era una mujer completamente carente de principios, “un demonio en forma humana, una furia femenina siempre sediento de sangre”. (Baring-Gould, en "Virgin, Saints and Martyrs"). Si Constantino tuvo otra hija que no tomó parte en la vida cortesana y pública, es desconocido por los historiadores o cronistas del momento. Lo cual no es de sorprenderse si realmente hubiera vivido recluida, primero por la enfermedad y luego por la consagración virginal. Queda en la sombra.

Un par de dificultades más a la leyenda: aunque el nombre de Gallicano era común, y en la época descrita hubo, dos muy conocidos: Vulcacio Gallicano, prefecto de Roma en 317, y Ovinio Gallicano, cónsul en 330; no consta ninguno en la guerra contra los bárbaros de Tracia. Por otro lado, es increíble que un general fuera martirizado tal y cual cuenta la leyenda. Y la segunda, el relato del martirio de los Santos Juan y Pablo, los pone sometidos a interrogatorios por el propio emperador Juliano en Roma, pero es conocido que después de convertirse en emperador, Juliano no puso un pie en Roma. Por tanto, hay todos los motivos para tener la leyenda como fabulosa y sin sentido, uniendo a personajes de diversos momentos históricos en una misma situación para dar importancia a santos menos venerados. No es algo inusual en las leyendas de santos.

Pero si bien la narración de sus vidas y martirio es falsa, hay indicios para creer en su existencia y culto muy antiguos, y la arqueología nos da ese consuelo. Como dije antes, junto a la iglesia de Santa Inés se conserva la basílica circular erigida por Constantino, supuestamente en acción de gracias por la curación de su hija. Es uno de los mejores edificios de la época constantiniania, y sus frescos se conservan en muy buen estado. Allí está la tumba de esta Constanza "santa", que no podemos decir sería de la verdadera hija de Constantino, nada santa, por cierto.

En el siglo XIX, se descubrieron en el exterior de dicha iglesia de los santos Juan y Pablo una serie de arcos y ventanas tapiados, que por su forma no correspondían a la primera basílica edificada por San Pamaquio, sino a un edificio anterior reestructurado para construirla, y que la iglesia medieval ocultó por completo. Si la tradición era cierta, sería la casa de los santos Juan y Pablo. Comenzaron las excavaciones y se descubrió que la basílica primitiva y la iglesia sobre esta, estaban construida en una pendiente, quedando el ábside sobre dicha casa. Se descubrieron las habitaciones, rellenas con escombros del siglo V, para hacer los cimientos de la basílica. Una vez vaciados, se pudo constatar la presencia de los sótanos, las habitaciones, y varias ventanas y puertas. Pero lo mejor: Se hallaron la tumba de los santos Juan y Pablo, el altar de mármol en el que se quemaba aceite, y además, frescos que confirmaban la leyenda: la misteriosa Constanza con dos esclavos y otros personajes; el martirio de Crispín, Crispiniano y Benedicta, así de algunos personajes ofrendando a los santos mártires, que se identificaron con el senador Bizantius, Pamaquio y su familia. Otros frescos representaban a una mujer orante, a Moisés, al Buen y al mal Pastor, etc. También se halló una bodega donde aún quedaban frascos de vino, marcados con la cruz, lo que indica su uso reservado para el culto.

Era sin duda una casa digna de nobles, por lo que es normal que San Gregorio Magno haya vivido en ella. Con esto se confirmaba que Juan y Pablo, como dice la leyenda de Santa Constanza, realmente habían tenido posesiones y probablemente fueran personas relacionadas con el emperador, aunque no hayan sido mártires, fue su casa la que se convirtió en sitio de culto en el que también hubo un culto a esta desconocida Constanza, la cual aparece nimbada con aureola, y junto a dos esclavos (que no habría que considerar dos personas reales, sino simbólicas). El culto a Constanza se unió a las figuras de Juan y Pablo, probablemente para darle importancia a esta, al relacionarla con mártires conocidos y venerados en Roma.

Fuentes: 
-"Vidas de los Santos". Tomo II. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.
-“Virgin Saints and Martyrs”. REV. S. BARING-GOULD. New York, 1909.

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