El Islam tolerante y la izquierda imbécil
Un tribunal musulmán ejecutó en el mismo día en Córdoba a San Anastasio, San Félix y Santa Digna porque testificaron ante los jueces que no hay más Dios que Dios y Elías es su profeta. El triple crimen de Estado acaeció en el año 853, una época en la que, según el parte oficial progresista, la capital del califato era un ejemplo de tolerancia. De lo que se deduce que a los cristianos que iban con flores a María les regaba las macetas el emir de guardia. También que el muecín y la campanera formaban parte del mismo coro. Y que las familias mixtas bendecían la comida por el rito católico antes de engullirla por el rito árabe, esto es, con los dedos.
De la Córdoba medieval no surgió un Nobel de la Paz, sino Almanzor, que antes de sufrir su Waterloo particular camino Soria pasó por las tierras cristianas con la misma intención con la que pasa un yihadista por Londres. De la Córdoba medieval no surgió la charla coloquio, sino el pensamiento único, cuyos opositores acabaron en el martirio. La relación de santos ejecutados en Córdoba por el Islam es tal que el adjetivo tolerante le queda tan grande como le quedaría ahora al Daesh, cuya estrategia para conquistar Al-Ándalus pasa por disponer de una quinta columna en España aliada con un ejército de tontos útiles que, para desprestigiar al crucifijo, jalea a la cimitarra. Hablo, claro, de la izquierda imbécil.
La izquierda imbécil no se atrevería a pedir al gobierno turco el culto compartido en la Catedral de Santa Sofía, pero clama contra la titularidad eclesial de la Mezquita de Córdoba hasta el punto de que el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, lleva a cabo una gira en Estados Unidos para aclarar urbi et orbi que la Iglesia es propietaria del templo desde hace 8 siglos. A pesar de eso, la izquierda que no reza pide que allí rece todo el mundo. El objetivo es debilitar al catolicismo, pero a la que debilita es a la civilización que respeta la diversidad sexual. La izquierda imbécil no entiende que, si se consumara la conquista, esta gente entraría a saco en Chueca. Habría que advertirle a la izquierda de que si un tonto se alía con un escorpión el tonto acaba en urgencias.
De la Córdoba medieval no surgió un Nobel de la Paz, sino Almanzor, que antes de sufrir su Waterloo particular camino Soria pasó por las tierras cristianas con la misma intención con la que pasa un yihadista por Londres. De la Córdoba medieval no surgió la charla coloquio, sino el pensamiento único, cuyos opositores acabaron en el martirio. La relación de santos ejecutados en Córdoba por el Islam es tal que el adjetivo tolerante le queda tan grande como le quedaría ahora al Daesh, cuya estrategia para conquistar Al-Ándalus pasa por disponer de una quinta columna en España aliada con un ejército de tontos útiles que, para desprestigiar al crucifijo, jalea a la cimitarra. Hablo, claro, de la izquierda imbécil.
La izquierda imbécil no se atrevería a pedir al gobierno turco el culto compartido en la Catedral de Santa Sofía, pero clama contra la titularidad eclesial de la Mezquita de Córdoba hasta el punto de que el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, lleva a cabo una gira en Estados Unidos para aclarar urbi et orbi que la Iglesia es propietaria del templo desde hace 8 siglos. A pesar de eso, la izquierda que no reza pide que allí rece todo el mundo. El objetivo es debilitar al catolicismo, pero a la que debilita es a la civilización que respeta la diversidad sexual. La izquierda imbécil no entiende que, si se consumara la conquista, esta gente entraría a saco en Chueca. Habría que advertirle a la izquierda de que si un tonto se alía con un escorpión el tonto acaba en urgencias.
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