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Santos Félix y Fortunato, hermanos mártires.



Santos Félix y Fortunato, hermanos mártires. 10 y 11 de junio, 14 y 19 de mayo.

Los dos vivieron a finales del siglo III, y eran cristianos reconocidos por su predicación y caridad. En 295 el emperador Diocleciano emitió un edicto de persecución, y a la provincia de Aquileia fue enviado el prefecto Eufemio, para hacer cumplir la ley. Apenas llegó a la ciudad, se dirigió al templo de Júpiter, donde organizó sacrificios, a los que debían ir todos los habitantes de la ciudad, sin excepción. De entre los cristianos, algunos fueron por miedo, otros por aparentar, algunos huyeron y seguramente lo más, se negaron rotundamente a participar en el sacrificio. Entre estos estuvieron nuestros santos que, no siendo de la ciudad, se presentaron allí aposta, como cristianos valientes. Eufemio entonces mandó que los apresaran y los llevaran a su presencia. Cuando los soldados les prendieron, los dos hermanos clamaron: "Tú, oh Dios, eres nuestro refugio de una generación a otra: antes de que los montes fueran elevados, o la tierra y el mundo fueran hechos, Tú eres Dios desde los siglos de los siglos. Amén". Luego les pusieron cadenas en el cuello, manos y pies, y así los presentaron ante Eufemio, y comenzó el interrogatorio.

Eufemio: ¿Cuáles son sus nombres?
Félix: Mi nombre es Félix, mi hermano se llama Fortunato y ambos somos cristianos.
Eufemio: ¿Eres natural de esta ciudad, o de dónde vienes?Félix: Hemos venido a esta ciudad desde un pueblo vecino, no muy lejos. Vimos que el pueblo adoraba ídolos vanos, y resolvimos irnos a los bosques, prefiriendo estar con las bestias salvajes que con los idólatras.
Eufemio: ¿No has oído el edicto del emperador, que los que adoran a Cristo deben morir muertes dolorosas?
Félix: Lo oímos, pero obedecemos a un rey en el cielo, que no tiene comunión con los ministros de Satanás.

Eufemio mandó les azotaran con varas, a lo que los santos respondieron orando pacientemente. Eufemio les recriminó: "Estáis locos, los emperadores se irritan mucho contra los que invocan el nombre de Cristo". "Cuanto más ardiente es su ira" – replicó Félix – "más brillante es nuestra gloria". Eufemio se rió con sorna y les dijo: "Miserables, si ordeno que os corten las cabezas, ¿qué gloria ganaréis por eso?" Fortunato entonces le respondió: "La gloria que esperamos es espiritual, celestial, no es como la de este mundo, porque este mundo pasa, y toda su gloria; pero lo que está reservado para nosotros es el cielo, que es eterno. Es lo que Dios ha preparado para los que creen en Él. ¿Y qué sois tú y tus príncipes, y toda tu pompa y gloria, sino humo que es arrastrado por el viento?"

Entonces Eufemio, muy enojado, ordenó que los hermanos fueran atados al potro y les quemaran los costados con antorchas. Félix y Fortunato entonces alabaron a Dios: "Señor, Rey de los santos ángeles, envía al Arcángel Miguel para que nos ayude y confunda a todos los que adoran imágenes esculpidas, y se deleitan en dioses vanos. Que queden quebrantados, y nosotros seamos liberados. Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor, que hizo los cielos y la tierra". "Estas son palabras vanas" – dijo Eufemio – "venid y sacrificad al gran Júpiter, y encontrarás verdadera salvación". Félix respondió: "Nuestra salvación es muy diferente de lo que prometes; Cristo es nuestra salvación".

Entonces Eufemio mandó derramaran aceite hirviendo sobre sus estómagos, pero los santos no cejaron en su alabanza. Y el prefecto, exasperado por su resistencia, mandó a los verdugos que les rompieran las mandíbulas con mazas. Y Fortunato, mirándole fijamente, le dijo: "¡Oh, ministro del diablo, busca un tormento más salvaje si quieres!, pero sabe que el Ángel del Señor está junto a nosotros y alivia a nuestros miembros sufrientes". En ese momento un funcionario dijo a Eufemio: "De nada sirve intentarlo más, ordena pues que sus cabezas sean cortadas y termina este espectáculo, antes que el pueblo se soliviante". Y Eufemio dio la orden, y con un golpe de la espada, los dos mártires recibieron su corona.

Su nombre aparece inscrito en todos los martirologios desde el siglo IV. En algunos aparecen en diversos días, pero siempre se refieren a los mismos. Sus Actas son antiguas, aunque no originales, sino que presentan algunos añadidos. Aun así, se consideran auténticas. Una tradición posterior los hace oriundos de Vincenza, donde se venera su supuesta sepultura y reliquias, menos una parte que fueron donadas a Chioggia, cerca de Venecia. Otras reliquias se veneran en Abdinghof, Paderborn.

Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo VI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.

A 11 de junio además se celebra a
San Achaz, niño.
La Traslación de San Gregorio Nacianceno.

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