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La física y la fe



El físico ateo respecto al creyente es como el viajero respecto al turista. Para la estadística oficial el viajero es sólo un número, pero para sí mismo es un caminante. La definición que importa, sin embargo, es la del viejo del pueblo, para quien no es más que un visitante presuntuoso que intenta explicarle la importancia del atrio en el que sesenta años antes se declaró a su difunta esposa.

El físico ateo también mira por encima del hombro al creyente porque entiende que camina por la vida como un niño inseguro e ilusionado que utiliza la mano izquierda para asir la de su abuelo y la derecha para llevar un globo. Para el físico ateo el globo del creyente es el ojo de Dios, por lo que intenta convencerle de que lo suelte a cambio de acciones en Hispasat o de que lo explosione a cambio de nada. Lo que importa, sin embargo, es lo que hace el viejo del pueblo, quien, puesto a elegir entre ser materia o alma elige lo segundo porque a su edad sabe bien que el físico es el globo.




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