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La iglesia y Moby Dick


Habida cuenta lo que se prodiga en los medios los periodistas tienen hoy más posibilidades de entrevistar al Obispo de Roma que a un alcalde pedáneo de La Toscana. Preveo que de aquí a poco los corresponsales acreditados abordarán al Papa cada domingo a la entrada a la basílica de San Pedro para hacerle las preguntas obligadas: ¿Habrá alguna vez bucles bajo el capelo o mujeres con mitra? ¿Ofrecerá preferentes el banco vaticano? Y, sobre todo, ¿para cuándo los cambios en la Conferencia Episcopal española?

A decir de los críticos, ya urgen, pues para ellos la Iglesia de España es una ballena varada cuyo movimiento continuo ha trocado en parálisis por esclerosis múltiple. Lo que subyace en la crítica, sin embargo, es la obsesión del capitán Ahab por Moby Dick, esto es, del laicismo por un cuerpo místico de Cristo que no se deja arponear. Lo que significa que el laicismo critica lo que desea: una Iglesia estática, un blanco fácil. Hay pues poca grandeza en la crítica. Ahab será de otra opinión, pero si Moby Dick hubiera quedado varada Melville no habría escrito su obra maestra.



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