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El rescate

Una vez visto en el anterior post que en el Evangelio se dice que Cristo es Dios, ya no haría falta decir nada más. Sin embargo, hay una cosa en la que, por su importancia, merece la pena detenerse y es que el Evangelio también nos dice que Cristo es Redentor. Pero ¿qué significa eso de ser Redentor?

Según el diccionario redimir es “rescatar o dar la libertad al cautivo mediante un precio”. Y resulta que el Evangelio habla precisamente de eso:

“… el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (S. Mateo 20, 28)

“… porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (S Juan 3, 13-16)

Es decir, en el Evangelio se nos dice que Dios nos ha redimido y que el precio es nada menos que ¡su Hijo Unigénito, Cristo!

Y como esto es difícil por decirlo suavemente de asimilar para nuestro cerebro humano, queremos contar dos hechos históricos que pueden ayudarnos.

El primero es la conocida historia de Abraham y su hijo Isaac.  Siempre nos ha parecido este uno de los episodios más enigmáticos de la Biblia: Dios le promete un hijo a Abraham y después… ¡le pide que lo mate! Esto es tan inaudito que nos pone los pelos de punta y nos horroriza. Nos parece monstruoso y por ello nos tranquiliza tanto ver que Dios lo impide que Abraham tenga que sacrificar a su hijo. Y, sin embargo, no nos horroriza al contrario, “casi” nos hemos acostumbrado  el oír que Dios sacrifique (y no lo impida) a su Hijo por mí.

El otro caso es el de Maximilano Kolbe. Este joven sacerdote católico había sido llevado por los nazis al terrorífico campo de concentración de Auschwitz. Un día se fugó un preso, y la norma impuesta por los nazis era que por cada preso que se fugara del campo de concentración harían morir diez de sus compañeros. Hicieron el recuento: uno, dos, tres… y así hasta designar a los que habían de ser echados a un sótano hasta morir de hambre. De pronto, uno de los elegidos dio un grito y exclamó: "¡Dios mío, tengo esposa e hijos! ¡Quién los va a cuidar!" En ese momento, el padre Kolbe dice al oficial: "Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre". Puede uno imaginarse la gratitud tan grande que sentiría ese hombre que logró vivir a cambio de la muerte de Kolbe. Pues mucho más (ya que se trata de Dios) es lo que debemos sentir por Nuestro Señor  que “se cambió” por nosotros y fue muerto para salvarnos y darnos la vida eterna.

Y así, algo más conscientes de lo que ello significa, estremece escuchar del propio Cristo estas palabras:

Porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.” (S.Mateo 26, 28)


Los Tres Mosqueteros


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