La militancia política le toca a los laicos
Ahora bien, aceptando que los religiosos no pueden ser votados, ¿cuál es su papel en la política? Ciertamente, tienen una palabra que decir y llevar a la práctica, pero desde el estilo de vida concreto que han elegido. A ellos no les toca hacer campaña, estar tras las pancartas, pero sí orar, formar y acompañar a los laicos que valientemente se lancen a buscar el cambio desde la política. Con tantas instituciones educativas que tienen en sus manos, la tarea formativa de construir liderazgos profesionales y, al mismo tiempo, sensibles a la causa de los pobres, es algo fundamental y constituye un rasgo propio de incidencia en el cambio social.
Entonces, si algún religioso quiere presentarse para la próxima elección, debe hacer un proceso de discernimiento, sobre salir o permanecer en su instituto, porque no se pueden vivir dos vocaciones al mismo tiempo. El Código de Derecho Canónico prevé las exclaustraciones temporales, pero evidentemente no se refiere a permisos para enrolarse en un partido político. No es válido hacer del convento una casa que se tiene como “plan b” en caso de perder la elección. La vida religiosa implica un “si” a Dios que perdure hasta el final del camino.
Los laicos, al tener la tarea de ocuparse de las realidades temporales, pueden contribuir en la política a través del voto activo y pasivo. No se trata de restaurar el “nacionalcatolicismo”, sino de incidir a favor de los valores fundamentales que, de hecho, van en la línea del Evangelio, beneficiando a toda la humanidad, porque respetar la dignidad de la persona, contribuye al bien común de la sociedad. Vale la pena recordar las palabras del Papa Pablo VI, cuando afirmó que “la política es la expresión más alta de caridad”.
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