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Luto en Mondoñedo



Tomo hoy el post completo escrito por el amigo Paco Pepe, en su blog La Cigueña de la Torre.

Leo en ABC que ayer falleció en Mondoñedo, a los 93 años, Don Enrique Cal Pardo, figura insigne de aquella Iglesia que tantos sacerdotes excelentes dio. La ciudad de Mondoñedo tiene muy pocos habitantes y se conocen todos. En ella Don Enrique no era una institución sino la institución. Él, tras la marcha de los obispos a Ferrol, en la cabecera de la diócesis paran apenas dos o tres días al mes, representaba a la vieja Iglesia diocesana que se resistía a morir. Fue deán de la catedral y, sobre todo, su canónigo archivero que era lo que en realidad le gustaba. Y él era la historia de la vieja ciudad. De la que sabía todo y amaba todo. Su figura pequeña, ensotanada, era un reloj. Su marcha de Santa Catalina a la catedral y de ésta a aquella marcaba en silencio las horas de una ciudad silenciosa. Y si un día faltaba a la cita todo Mondoñedo se preguntaba si le habría pasado algo a Don Enrique. Con preocupación porque todos le queria.

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Muchos años tuve el gozo de encontrarle, en su pequña oficina de trabajo a la que se accedía desde el claustro de la catedral, desojándose tras unos artefactos que le permitían leer documentos medievales que luego transmitía a todos los interesados en conocer la historia de aquella vieja diócesis. Fueron momentos inolvidables que me hicieron conocer a un gran sacerdote. Su episcopologio de la diócesis es obra acabada e imprescindible para saber de aquel obispado.

Era sabio y, en lo que uno puede opinar, sin prejuzgar ninguna declaración de la Iglesia, también santo. Irradiaba bondad y acogida. Para mí Mondoñedo no va a ser igual sin Don Enrique. Y hasta es posible que dilate mis visitas pues ya no tienen el aliciente de encontrarle.

Esas viejas ciudades episcopales tenían en el obispos y el cabildo catedralicio un marchamo de dignidad. Ahora Mondoñedo ya casi ni tiene obispo y casi tampoco cabildo. Con lo que han perdido muchísimo. Y hasta ni sotanas. Tras la desaparición de la de Don Enrique queda, o quedaba hace un par de años, otra. Bastante más joven. Que dure. Porque Mondoñedo sin sotanas es otro Mondoñedo. Mucho más cutre. Se seguirá comiendo muy bien en O Valeco o en Montero y la Virgen de los Ingleses seguirá siendo maravillosa. Pero sin Don Enrique a Mondoñedo le va a faltar algo seguramente de imposible sustitución. Porque curas como él  no se dan muchos en un siglo.

Se ha ido Don Enrique Cal Pardo al encuentro con el Señor al que entregó su larga y fecunda vida. No tengo la menor duda de que le habrá abrazado ya como siervo bueno y fiel.

Descanse en la paz de Dios.

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Invito a leer mi última novela:

Título: El cura que colgó los hábitos.

Lectura gratis. Enlace:

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