Beatificación de 38 mártires albaneses del comunismo
Por ejemplo, estoy convencido de que la mayor parte de las proclamas, entrevistas, afirmaciones, discusiones, tomas de posición, declaraciones, etc. que llenan páginas y blogs caerán en el olvido. En muchos casos merecido. Todo lo contrario de las beatificaciones y canonizaciones que incorporan a nuevos cristianos a esa fuente de contemplación, enseñanza y vida cristiana que es el santoral de la Iglesia católica.
Así me entero, casi por casualidad, de que van a ser beatificados 38 albaneses mártires del comunismo, esa ideología intrínsecamente perversa que vuelve a estar de moda y con la que incluso algunos cristianos parecen tontear. Un recordatorio muy oportuno acerca de la naturaleza de esta ideología y de sus funestas consecuencias. Además, junto a otros, van a ser beatificados también 4 mártires españoles: el monje de Silos, José Antón Gómez, y los 3 compañeros presbíteros de la Orden de San Benito, asesinados en 1936 durante la Guerra civil española.
Leo que los mártires albaneses están encabezados por el siervo de Dios Vicente Prennushi, de la Orden de los Frailes menores, arzobispo de Dürres, y 37 compañeros asesinados entre 1945 y 1974 en Albania. ¡1974! O sea, hace cuatro días.
Este Mons. Vicente Prennushi, arzobispo de Dürres, fue conminado por el tirano comunista Enver Hoxha a separarse de la Santa Sede de Roma para fundar una iglesia nacional. Ante la negativa a romper con Roma, fue encarcelado, torturado y asesinado, el mismo destino que había seguido su predecesor, Mons. Gasper Thacia, también asesinado con la intención del régimen de borrar toda huella de fe. Otro obispo, esta vez de Lezhë, Monseñor Frano Gjini, respondió también con firmeza a la propuesta de Hoxha: "Jamás separaré mi rebaño de la Santa Sede", por lo que fue fusilado en 1948. Estos testimonios martiriales sirvieron para que ningún sacerdote aceptase el cisma, desencadenando una terrible persecución que llevó a la totalidad del clero a la cárcel.
Las historias de heroísmo en la confesión de la fe de estos albaneses son tremendas. Desde Don Lazër Shantoja, a quien le amputaron las manos y los pies antes de fusilarlo, hasta el padre Bernardin Palaj, quien tras ser torturado, murió a causa del tétanos, en el Convento de los Franciscanos, convertido en cárcel para más de 700 detenidos.
Recojo algunos datos de la entrada que escribió Jorge López Teulón al respecto hace un par de años:
"Don Lekë Sirdani y Don Pjetër Çuni, murieron sumergidos boca abajo en una fosa séptica. Más tarde serían fusilados el padre Giovanni Fausti y el padre Daniel Dajani, jesuitas; el padre Gjon Shllaku, O.F.M.; el seminarista Mark Çuni, los señores Gjelosh Lulashi, Qerim Sadiku y Fran Mirakaj y el padre Antón Harapi, superior provincial de los Hermanos Menores. Igual suerte corrió el padre Mati Prendushi, guardián del convento San Francisco de Gjuhadol en Shkodër.
El arzobispo de Shkodër, monseñor Gaspër Thaçi, el arzobispo de Durrës, monseñor Vinçenc Prennushi, OFM y el padre Çiprian Nika fueron acusados, injustamente, de haber escondido armas debajo del altar de San Antonio, en su iglesia.
Alfons Tracki y Zef Maksem, sacerdotes alemanes, fueron fusilados. El padre Serafín Koda exhaló su último suspiro con la laringe fuera de la garganta. Papa Josif, sacerdote católico de rito bizantino, quien cayó exhausto en el pantano de Maliq, fue sepultado vivo en el barro.
A Don Mark Gjani le pidieron que renegara de Cristo y su respuesta fue ¡Viva Cristo Rey! Fue asesinado y su cuerpo echado a los perros. Don Mikel Beltoja fue torturado en la sala del proceso, que se celebró a puerta cerrada. La policía le hirió gravemente con punzones y, unos días más tarde, le fusilaron.
Después de estos hechos, comenzó una terrible propaganda cultural antirreligiosa con la así llamada “lucha de clases”. En todas las instituciones y en todas las conferencias, lecciones, discursos y conversaciones, se hacía propaganda de que Dios no existía y de que la religión era ilusión y explotación.
El 6 de febrero de 1967, el dictador dio inicio a la «revolución cultural china». Dicha revolución se extendió, con idéntica intensidad y ferocidad, hasta en los más remotos rincones del país, especialmente contra la Iglesia. Se cerraron todos los templos y las mezquitas.
La Catedral de Shkodër se transformó en un Palacio de los Deportes. La iglesia franciscana de Gjuhadol se convirtió en un cine.
El Santuario de la Virgen del Buen Consejo, en Shkodër, fue destruido. La iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Tirana, se convirtió en otro cine. El cierre de la iglesia de Lezha tuvo lugar el 26 de marzo de 1967, precisamente el día de Pascua. El Santuario de San Antonio de Laç Kurbini también fue destruido; en su lugar se construyó un campo militar.
La pequeña iglesia de Laç Vau i Dejës, del siglo XIII y de valor inestimable, se dinamitó. El resto de las iglesias que no se destruyeron fueron transformadas en graneros, salas de cultura, tribunales, establos, talleres, etcétera.
Esta terrible situación prosiguió hasta el 4 de noviembre de 1990, día en que, con la celebración de una Santa Misa en el cementerio católico de Shkodër, dio inicio una nueva época para la religión y para la profesión de la fe”.
Tremendo es también el testimonio de la única mujer entre este grupo de mártires albaneses, Maria Tuci. Tras estudiar en el colegio de las Pobres Hijas de las Sagradas Llagas de San Francisco de Asís, llamadas «Estigmatinas», en Scutari, pidió ser admitida como postulante en la orden y fue enviada como profesora a Gozan y Sang en 1946. En un Estado que se declaraba ateo, ella se esforzaba por llevar el Evangelio a todos y enseñaba el catecismo a escondidas. Además, junto a otros amigos de la escuela y algunos seminaristas se dedicó a difundir volantes contra las primeras elecciones-farsa del régimen comunista. Para poder oír misa iba a pie hasta la vecina ciudad de Gezig, a siete kilómetros.
Entonces el régimen disolvió la congregación y las monjas y postulantes fueron obligadas a volver con sus familias, si bien algunas se escondieron en los bosques. El 11 de agosto de 1949 fue detenida y encarcelada a consecuencia del asesinato del secretario del Partido Comunista local, Bardhok Biba. Las condiciones de su prisión fueron inhumanas: estaba en una celda sin luz ni renovación de aire, donde el agua a veces lo inundaba todo y en las que el único modo de calentarse era que los prisioneros se apretujaran los unos contra los otros.
Además de estas privaciones, María fue torturada para que revelase el nombre del asesino, que ella desconocía. Fue metida, desnuda, en un saco junto a un gato mientras el saco era golpeado. Uno de los miembros de la policía secreta comunista albanesa, la Sigurimi, Hilmi Seiti, intentó violarla, a lo que María se resistió. Entonces los tormentos se intensificaron. A causa de estos hubo de ser ingresada en el hospital de Scutari. El 22 de agosto de 1950 algunas amigas fueron a verla al hospital y a duras penas pudieron reconocerla. María les dijo: "Se han cumplido las palabras de Hilmi Seiti: "te dejaré en un estado que ni tus familiares te reconocerán". ¡Doy gracias a Dios porque muero libre!". Dos meses después, el 24 de octubre, fallecía. Sus restos mortales pudieron exhumarse en 1991 y actualmente reposa en la iglesia de las Estigmatinas en Scutari.
Como ven, nada que envidiar a las persecuciones de los primeros siglos.
Enviar comentario