Ahijado de Htler
24 junio 2013
Martin Bormann tenía 15 años cuando cayó el régimen de Hitler, y él era uno de los más fervorosos hijos del nazismo. Había crecido empapado en este régimen, en una escuela de élite para futuros líderes nacionalsocialistas. Era parte de esa generación que no había conocido nada más, que era "puro" en su formación y motivación, sin contaminaciones judeocristianas del pasado. Formaba parte de la raza de "hombres nuevos" que el nazismo propugnaba.
Su padre, también llamado Martin Bormann, no era un nazi más: era la mano derecha de Hitler, Jefe del Partido, Canciller de Alemania...
El joven Martin fue educado en el desprecio a lo católico y el el culto al único líder, el Führer. Nadie podía adivinar que años después adoptaría la fe católica, sería sacerdote e incluso misionero de Cristo en África.
Ahijado de Hitler
Martin Bormann hijo nació el 14 de abril de 1930 en el seno de una familia de origen protestante de Baviera. Era el mayor de diez hermanos.
Su padre, era la mano derecha de Hitler. Llegó a ser uno de los hombres más poderosos del régimen: Jefe del Partido Nazi, Canciller de Alemania, secretario personal de Hitler y, lo que es más, intérprete de su voluntad.
El hijo tuvo el dudoso privilegio de tener a Hitler como padrino, de hecho su nombre completo era Adolf Martin. De niño, coincidió con Hitler en multitud de ocasiones.
En la élite nazi
Como hijo que era de uno de los más altos dignatarios del régimen, Martin estudió en una academia especial en Baviera para formar a los futuros dirigentes de Alemania. Allí estuvo 5 años hasta que el Tercer Reich colapsó.
Con el suicidio del Führer, Martín Bormann padre escapó junto a otros destacados altos representantes del régimen. En su huida no llegaría muy lejos pues murió por un obús soviético a los pocos metros del famoso bunker en donde vivían escondidos.
Acogido por una familia de agricultores católicos
Su mujer y sus hijos se refugiarían en el sur de Austria. Sin embargo, Martin Bormann junior y sus compañeros se escaparon como mejor pudieron de la escuela nazi. Martin, con nombre falso, huyó al campo y fue recogido por una familia de agricultores de Salzburgo profundamente católicos que le trataron con exquisita caridad cristiana. De hecho, le trataron “como a un hijo”, recuerda el propio Martin.
Al principio únicamente sentía agradecimiento por el favor de ser acogido. La radio hablaba de la caída en picado del régimen, de la rendición, de la invasión aliada por un lado y la invasión soviética por otro… la pesadilla de cualquier joven hitleriano. Sin embargo, él se encontró seguro y amparado.
Convertido en un santuario mariano
Un domingo, su familia de acogida acudió en peregrinación al santuario de la Virgen de Kirchental.
"Mi desprecio por los católicos desapareció y ya empezaba a envidiarlos un poco… Un domingo fui hasta el santuario de la Virgen de Kirchental, un lugar de peregrinación a tres horas de camino
Casi todos los domingos empecé a ir a Nuestra Señora de Kirchental y pedí recibir instrucción religiosa hasta que el primer domingo de mayo de 1947 tuvo lugar mi admisión en la Iglesia católica. Después del bautismo, siguió la confesión, la santa misa y la primera comunión. Renuncio a transcribir la íntima e inmensa alegría que me transportó al más alto grado de felicidad”, explica en un libro autobiográfico.
Sin embargo, su pasado nazi le perseguía, y mientras su padre era juzgado en rebeldía y condenado a muerte en los juicios de Núremberg, la policía le localizaba en la casa de la familia de acogida. Esto le llevó a la cárcel por un breve lapso de tiempo.
Sacerdote y misionero
Con el tiempo y madurando en su fe católica, vio con claridad que Dios le llamaba a una vida más comprometida con la verdad y con el servicio a los demás. El mito del súper hombre y de la raza aria desaparecía en la nebulosa de un pasado difícil de olvidar. Por todo ello, ingresó en la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón. Quería ser hermano lego, es decir, no sacerdote; no se sentía digno de más, y su único objetivo era llevar al mundo entero el amor y el perdón de Cristo por todos los hombres.
Sin embargo, sus superiores no lo veía así. Martin era un hombre inteligente y capaz que podría llegar al sacerdocio. Finalmente le convencieron. Se ordenó 11 años después: “¿Por qué me hice sacerdote? Porque me llamó la gracia de Dios. Me llamó a conservar y también a colaborar en la difusión entre los hombres del feliz mensaje de la Redención… Al principio, no pensé en el sacerdocio, no me atrevía. Quise prestar mi servicio como hermano lego. Para eso me dirigí a los misioneros del Sagrado Corazón. Mi director espiritual me encaminó con decisión a los estudios y así he llegado a ser sacerdote en esta Congregación, para servir a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. En este camino, fui guiado por la Madre (María). Gracias sean dadas a Dios”. Fue misionero durante 8 años en el Congo, donde llegó a estar secuestrado por los rebeldes Simba.
En 1969, tras un grave accidente de tráfico, tuvo tiempo para repensarse mucho su vida y lo que verdaderamente Dios esperaba de él. Vio con claridad que su vida debía seguir por otros derroteros, por lo pidió la dispensa sacerdotal y al poco tiempo se casó. Sin embargo su salida no suponía un abandono de la fe, al contrario.
Profesor universitario
Desde entonces se dedicó a impartir clases en una universidad del centro de Alemania como profesor de estudios filosóficos, teológicos y de religión.
En 1987, conoció al psicólogo israelí Dan Bar-On, de la Universidad Ben-Gurion, que era el hijo de un sobreviviente del Holocausto. Se convirtió en un miembro del círculo de debate TRT (Para Reflexionar y confianza), que reunió a los hijos de los asesinos y las víctimas infantiles, y se reunió con sobrevivientes del Holocausto en Israel.
Además, contó sus experiencias en escuelas de Alemania y Austria. De hecho aún estando retirado ha recorrido Alemania y Austria impartiendo conferencias y avisando sobre los peligros del nazismo por su mentalidad inhumana y anticristiana.
Martín Bormann falleció el pasado 11 de marzo.
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