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Beato Ignacio de Acevedo y los mártires de Tazacorte.

Beato Ignacio de Acevedo, jesuita y compañeros mártires. 15 de julio y 19 de enero (todos los Santos Mártires Jesuitas).

Ignacio de Acevedo nació en 1527, en Oporto, Portugal. Era hijo ilegítimo de su padre, un noble de los Morgado de Acevedo. El rey Don Juan III de Portugal obligó a su padre a reconocerlo cuando Ignacio, estaba en la adolescencia. A los 21 años se hizo religioso jesuita en Coimbra, pensando su familia encumbrarlo a las dignidades eclesiásticas, pero él quería otra cosa: solo extender el evangelio. Fue ordenado sacerdote en 1553 por el Venerable Simón Rodríguez, uno de los compañeros de San Ignacio (31 de julio) y Provincial de Portugal, y comenzó una actividad apostólica importante, como la fundación del Colegio San Antonio, el Colegio San Pablo, para niños pobres. En 1556, muere San Ignacio y el Provincial de Portugal viaja a Roma, dejando a nuestro Ignacio como Viceprovincial. En 1565 participó de forma activa en el capítulo General en Roma, en el cual se eligió a San Francisco de Borja (3 de octubre) como General de la Compañía de Jesús. Y fue el mismo Francisco quien le nombró visitador apostólico de Brasil.

En 1566 llegó a Bahía y desde allí se dirigió a las misiones y fundaciones jesuitas, corrigiendo, alentando, y preparando el informe para el General, con las luces y sombras de la misión jesuítica brasileña. En 1569 fue a Roma, y dio su informe al papa San Pío V (30 de abril) y a San Francisco de Borja, señalándole le peor mal de la misión: la escasez de misioneros para la evangelización. El santo General le encomendó la tarea de reclutar religiosos y sacerdotes de la orden en España y Portugal, dispuestos a partir a Brasil y para tener más facilidades para ello, fue nombrado Provincial de Brasil. Antes de partir, visitó al papa que, entusiasmado con su obra, le regaló un icono la Virgen María, copia del venerado en Santa María la Mayor, uno de los tenido como obra de San Lucas, para que lo llevara a las misiones de su parte. Hay que señalar que recibió varias copias y fue quien introdujo el culto a esta advocación mariana en Portugal.

La respuesta a su obra fue generosa, en unos meses tuvo el sí de casi 90 jesuitas dispuestos a partir. Sacerdotes, hermanos legos, religiosos estudiantes y novicios, que continuarían su formación en Brasil. Luego de un tiempo de preparación, el 5 de junio de 1570, partieron rumbo a las islas Madeira en dos barcos. Ignacio y 45 religiosos en uno y los demás en la nave en que viajaba el recién nombrado Gobernador de Brasil, Don Luis de Vasconcelos. El día 12 llegaban a Madeira. Durante esta semana, el buque de Ignacio y los religiosos se había convertido en un convento: sacramentos, predicación, rosario, formación para los estudiantes, lectura espiritual, etc. La siguiente parada sería Canarias, pero antes de partir de Madeira, conocieron las noticias acerca de piratas franceses que andaban por los mares, asolando barcos, asesinando y robando. Ante esto, Luis de Vasconcelos se negó a seguir viaje. Ignacio llamó a sus religiosos y anunció que seguiría su misión, costara lo que costara. Algunos de su barco se negaron a seguir, y otros de los otros barcos los sustituyeron gustosamente. Si les esperaba el martirio, que así fuera.

El 30 de junio, después de una misa solemne, partieron las dos naves rumbo a Canarias, adonde arribaron siete días después, al puerto de Tazacorte, La Palma (donde se venera la casa donde se alojaron, la iglesia que visitaron y se guarda su memoria). Cinco días más tarde partieron, luego de desechar seguir por tierra hasta Santa Cruz. Entre estas dos travesías, sin determinar en cual, coloca el P. Tylenda el siguiente hecho: un pez enorme, tenido por una ballena o leviatán, se abalanzó contra el barco, el santo Ignacio de Acevedo le hizo la señal de la cruz y el demonio, que por tal fue interpretado, se hundió dejándoles en paz. A las dos semanas, el 15 de julio, divisaron barcos en la lejanía, que resultaron ser de barcos piratas, hugonotes franceses al mando de Jacques de Sores, que, además de pirata, odiaba todo lo católico. Los piratas se metieron entre los barcos de la flota del santo, aislándolos entre sí y haciendo el abordaje más fácil. Ignacio ató el icono de María al mástil y junto con algunos de los religiosos, comenzó a orar, mientras que otros hermanos ayudaban a los marinos a defenderse.

Finalmente, los piratas abordaron el barco y el Beato Ignacio tomó el icono y se enfrentó a Jacques de Sores gritando: "Sois testigos de que morimos por Cristo y por su Iglesia". Inmediatamente fue herido con una espada en la cabeza, más varias estocadas. Le protegieron varios religiosos y todos juntos fueron asesinados, quedando ensangrentada totalmente la imagen de María. Antes de morir, Ignacio dijo: “No teman, agradezcan al Señor por esta gran misericordia. Yo voy adelante y los esperaré en el cielo”. Finalmente fue arrojado por la borda, aún abrazado al icono. Hasta hace muy poco, se creía que la imagen, salvada milagrosamente de las aguas, era conservada en los jesuitas de San Salvador de Bahía, Brasil. Según el jesuita Antonio Cabrales "[están] impresas en ella las señaladas ensangrentadas de aquellos dedos, que tanto la defendieron de las sacrílegas manos de los herejes”. Pero hoy se sabe que los jesuitas propagaron esta imagen por sus misiones, como hicieron con la Virgen de Belén, la Luz u otras.

Los demás religiosos fueron despojados de sus sotanas, vejados, y arrojados al agua, habiéndoles cortado los brazos antes, para que no nadasen. Encontraron los piratas otro grupo de religiosos bajo la cubierta y preguntaron a Sores que hacían con ellos, este contestó: "Los sacerdotes se dirigían a Brasil para difundir sus mentiras. Así que los echaremos al mar con los otros". Y así, los arrojaron a todos al mar, empezando por los más viejos y siguiendo por los más jóvenes, pues según su idea, estos al no ser sacerdotes, se retractarían, pero no fue así (en realidad no sabían que solo había dos sacerdotes). Entre los jóvenes asesinados estaba Joao, sobrino del capitán, que anteriormente había pedido unirse a la misión y religioso. Al estar en el grupo de los religiosos, fue tomado por uno de ellos y martirizado como los demás. Ese mismo día, Santa Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto), tuvo una visión en que veía a los cuarenta mártires subir al cielo y ser coronados. Entre ellos estaba un sobrino suyo: Francisco Pérez Godoy. E, igualmente, según se dice en los Procesos, Jerónimo Acevedo, hermano de Ignacio, en la India, tuvo la misma visión, aunque con más detalles. Y asimismo, el jesuita Juan de Madureyra, dirigido de Ignacio de Acevedo, tuvo ese mismo día la revelación del martirio de los cuarenta jesuitas.

El jesuita Joao Sánchez sobrevivió a la masacre, porque era cocinero, y los piratas lo dejaron a su servicio en su guarida de La Rochelle. Cuando escapó, a pie, descalzo y traumatizado, llegó a Oñate, donde contó lo sucedido. Al llegar a Lisboa el provincial le hizo escribir, bajo notario y juramento su relato. Luego de un tiempo, continuó su vida jesuita. Gregorio XV permitió el culto a los 40 mártires de Brasil en 1621, para la Orden Jesuita, pero fue revocado por Urbano VIII, en 1625, por ciertas incongruencias, que aún persisten, como la duración del viaje, el intervalo de pausas y el sitio exacto del martirio. Y además, porque Urbano VIII mandó suprimir todo culto público a santos no canonizados oficialmente.

El proceso se reabrió en 1628 en Coimbra, y duró hasta 1742 cuando Benedicto XIV volvió a permitir el culto. En ese interín, los reyes Pedro de Portugal, María Beatriz de Inglaterra y Felipe V de España, pidieron por escrito al papa que fueran canonizados. Se descubre la mano jesuita detrás de estas cartas. Finalmente, el Beato Pío IX (7 de febrero) los beatificó oficialmente el 11 de mayo de 1854, aunque el 15 de julio de 1574, ya habían tenido su primera celebración litúrgica oficial en Bahía, y ese mismo día fueron proclamados patronos de Brasil.

Los otros mártires son:

Beato Alejo Delgado, estudiante.
Beato Alfonso de Baena, hermano.
Beato Álvaro Mendez, estudiante
Beato Amaro Vaz, novicio.
Beato Andrés Gonsalves, estudiante.
Beato Antonio Correia, novicio de 16 años.
Beato Antonio Fernandes, hermano, de 18 años.
Beato Antonio Soares, estudiante de 15 años.
Beato Bento de Castro, estudiante de 17 años. Fue el primer asesinado luego de Ignacio de Acevedo
Beato Blas Ribeiro, hermano.
Beato Diego Andrade, presbítero. Fue gravemente herido y arrojado vivo al mar.
Beato Diego Pires, estudiante.
Beato Domingo Fernández, hermano.
Beato Esteban Zudaire, hermano. Celebrado en Pamplona a 30 de agosto.
Beato Fernando Sánchez, estudiante.
Beato Francisco Álvarez, hermano.
Beato Francisco de Magallanes, estudiante de 19 años.
Beato Francisco Pérez Godoy, novicio, pariente de Santa Teresa.
Beato Gaspar Alvarez, hermano. Arrojado vivo al mar.
Beato Gonzalo Henriques, estudiante.
Beato Gregorio Escribano, hermano.
Beato Joao, el sustituto.
Beato Joao Fernández, hermano de 17 años.
Beato Joao Fernández, estudiante.
Beato Joao de Mayorga, novicio.
Beato Joao de San Martín, novicio.
Beato Joao de Zafra, novicio. Arrojado vivo al mar.
Beato Luis Correia, estudiante.
Beato Luis Rodríguez, estudiante de 16 años.
Beato Manuel Álvarez, hermano.
Beato Manuel Fernández, estudiante.
Beato Manuel Pacheco, estudiante.
Beato Manuel Rodríguez, estudiante.
Beato Marcos Caldeira, novicio.
Beato Nicolás Dinis, novicio.
Beato Pedro de Fontoura, estudiante.
Beato Pedro Nunes, estudiante.
Beato Simón da Costa, novicio. Fue decapitado antes de arrojado al mar.
Beato Simón Lopez, estudiante.

Los otros jesuitas, no venerados como mártires, que viajaban en las otras naves también tuvieron su martirio a manos de los hugonotes. Luego de más de un año de tormentas, peligros, escalas, al final se dirigieron a Brasil, pero antes de llegar fueron atacados por corsarios franceses e ingleses. Sólo dos de ellos se salvaron a nado.

Fuentes:
-"Varones ilustres de la Compania de Jesús". JUAN EUSEBIO NIEREMBERG. Madrid, 1679.
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--"Aspectos del culto a Ignacio de Azevedo y sus treinta y nueve compañeros mártires en 1570".MARÍA CRISTINA OSSWALD. CIUHE–Universidad de Oporto.

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