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Un ideal para vivir

       
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En mi último artículo facilité una recensión del libro “El arte de la fragilidad”, en el que recomendaba su lectura, especialmente para padres y educadores bien pensantes. Es un canto poético al hombre en las distintas etapas de su vida. Y una de ellas, dejando atrás la infancia, es la adolescencia. En esta etapa lo que necesita el joven es encontrar un ideal para invertir su vida. Si no lo descubre, o no se le ofrece, no le encuentra sentido a su existencia, y corre un inmenso peligro.
            Cuenta el autor de este libro la triste historia de una adolescente que terminó suicidándose. En una carta que dejó escrita, dirigida a sus padres, les decía: Me habéis querido, pero no habéis sido capaces de hacerme bien; me lo habéis dado todo, pero no lo indispensable: no me habéis dado un ideal por el que valiese la pena vivir la vida ¡Por eso me la quito!  Y este es el terrible caso de tantos chicos y chicas que no saben para qué viven, no le encuentran gusto a la existencia. La mayoría tratan de silenciar su sufrimiento, su grave desconcierto, recurriendo al alcohol, a la droga, al sexo…, cuando no a la barbarie y desenfreno delictivo.
            En un artículo de ABC del domingo se afirma lo siguiente: A la una de la madrugada, en enero y en la calle hace un “frio que pela”, pero esta es, según una adolescente de 15 años, la única opción que tiene ella y sus amigos de beber alcohol. Chicos y chicas de colegios buenos de Madrid que dilapidan en una noche la formación que han recibido durante la semana. Para ellos es un ritual de fin de semana. Más de medio millón de chavales españoles de entre 14 y 18 años que rinden culto cada fin de semana al atractivo destructivo del alcohol y la droga. Un chico de 15 años afirma: “Conozco a poca gente que no bebe y no le gusta venir a este tipo de planes, solo faltan los empollones del curso, los muy deportistas y los raritos”.
            El 32% de los jóvenes menores consumen alcohol, dándose un atracón, sigue diciendo este artículo de ABC. La primera copa se suele tomar a los 11 años, y de ahí se va subiendo el listón y, como consecuencia, se va bajando el talante moral del joven. Y la persona descontrolada, joven o mayor, ya está en condiciones de cometer cualquier barbaridad, incluso atentar contra alguien. Estamos presenciando los homicidios cometidos por pandillas de chicos jóvenes, que después se amparan en que son menores de edad para evitar el castigo.
            Hemos citado al principio el caso de una chica que se suicidó porque no tenía un ideal para vivir. Es alarmante la espiral de suicidios de adolescentes que estamos conociendo. Y es terrible truncar voluntariamente  una vida que está comenzando. Recuerdo el drama de una alumna de mi instituto que un día apareció ahorcada en su casa. La impresión entre sus compañeros fue terrible. Tuve que ir a su clase para levantar un poco el ánimo de sus compañeros. Allí estaba su mesa y una libreta en la que aparecían dibujos alusivos a ese tipo demuerte.
            Afirma Alessandro D´Avenia, autor del libro que comentamos: Si el joven  no encuentra una razón para darse y ser generoso, si no entiende su “individualidad” como un don para el mundol, su corazón se vuelve duro hasta caer en el tedio.
            Es muy urgente que prestemos atención a los jóvenes, ya desde la  adolescencia. Nos estamos jugando un presente y un futuro que no tiene por qué ser trágico. Es muy importante la economía, el bienestar, la diversión…, pero todo ello sin una juventud sana estará podrido. Debemos ofrecer ideales atractivos a esos aprendices de ciudadanos adultos, antes que el espíritu del mal malogre sus vidas.  

Juan García Inza  nza

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