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Francisco a los deportistas: Nunca el dinero y la victoria a toda costa

El deporte esté al servicio de la paz, de la justicia y de la solidaridad, promoviendo, en particular en los jóvenes, el compartir y la hermandad, es la exhortación de Francisco, en su cordial bienvenida a los delegados de los Comités Olímpicos Europeos, a los que recibió en audiencia este sábado 23 de noviembre.

Después de expresar su aprecio a cuantos, en ámbito europeo, están comprometidos en favorecer, por medio del deporte, el desarrollo de las personas y la fraternidad social, el Santo Padre reiteró el apoyo de la Iglesia a la actividad deportiva, como instrumento de promoción de los valores humanos y religiosos, que son cimiento de una sociedad más justa y solidaria:


“Los lazos entre la Iglesia y el deporte son una bella realidad que se ha ido consolidando en el tiempo, porque la Comunidad eclesial ve en el deporte un válido instrumento para el crecimiento integral de la persona humana. La práctica del deporte, en efecto, estimula una sana superación de sí mismos y de los propios egoísmos, entrena el espíritu de sacrificio y, si se enfoca correctamente, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto de las reglas. Es importante que cuantos se dedican al deporte, en los distintos niveles, promuevan los valores humanos y religiosos que son la base de una sociedad más justa y solidaria. Ello es posible, porque el lenguaje del deporte es un lenguaje universal, que supera las fronteras, los idiomas, las razas, las religiones y las ideologías; tiene la capacidad de unir a las personas, favoreciendo el diálogo y la acogida. ¡Este es un recurso muy valioso!”



También alentó el Santo Padre a tutelar la armonía, la rectitud, el rigor moral y la función educativa, que debe caracterizar siempre al deporte, sin reducir nunca a los atletas a mera mercancía, por afán de dinero o de éxito:


“Cuando el deporte se considera sólo según los parámetros económicos o para lograr la victoria a toda costa, se corre el riesgo de reducir a los atletas a mera mercancía de la que hay que sacar provecho. Los mismos atletas entran en un mecanismo que los atropella, pierden el verdadero significado de sus actividades, aquella alegría de jugar que los atrajo cuando eran chicos y que los ha llevado a hacer tantos sacrificios y a llegar a ser campeones. El deporte es armonía, pero si prevalece el afán desmedido de dinero y de éxito esta armonía se despedaza”.



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