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El nuevo obispo coadjutor de Mérida-Badajoz lamenta que la Fe ya no sea socialmente compartida

Celso Morga Iruzubieta (Huércanos, La Rioja, 1948) ya es arzobispo coadjutor de la archidiócesis de Mérida-Badajoz, momento éste esperado con gozo por un millón de fieles que tiene la comunidad autónoma de Extremadura, desde que en agosto pasado los medios de comunicación se hicieran eco del nombramiento por parte del Papa Francisco de un hombre de su total confianza para este puesto, solicitado por el arzobispo titular, Santiago García Aracil, debido a su estado de salud y a que en mayo de 2015 cumple los 75 años, edad límite para la jubilación de los obispos.

Miembro del Opus Dei

El nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini, presidió la Eucaristía en una catedral de Badajoz radiante, al igual que amaneció el día. Hasta la climatología quiso aliarse con el recién llegado a su nueva casa. La catedral de San Juan de Badajoz lucía esplendorosa, mas el calor de los fieles que la llenaron por completo hizo que el nuevo arzobispo coadjutor se sintiera tranquilo. Y es que monseñor Morga, después de 27 años en el Vaticano, en la Congregación para el Clero, velando por medio millón de sacerdotes católicos en todo el mundo, es ahora uno de ellos, un igual –como siempre se ha considerado y ha sido-, y lo demostró dando grandes pruebas de humildad y obediencia, máximas de San Josemaría y del Beato Álvaro del Portillo, fundador y fiel sucesor del Opus Dei, al que pertenece monseñor Morga como miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.


No obstante, pese a templar los nervios, no pudo ocultar su emoción cuando el nuncio de Su Santidad le nombraba arzobispo coadjutor. Tampoco el arzobispo titular era de piedra. Estaba feliz: su petición se había hecho realidad por el Santo Padre Francisco y ha sintonizado a la perfección con quien está llamado a ser su sucesor en mayo de 2015.


Lleno desde dos horas antes

Ya por la tarde, en Mérida, la capital de Extremadura, el recibimiento a los dos arzobispos fue, si cabe, más especial. Todos los miembros del cabildo catedralicio de la concatedral de Santa María La Mayor, además de los dos canónigos eméritos, don Guillermo (también del Opus Dei) y don Ramón, los recibieron con todos los honores en la puerta principal.


Una larga alfombra roja les llevaría primero al sagrario y luego al altar, que presidía un precioso retablo cuyas obras de restauración han sido inauguradas recientemente y sufragadas por el Gobierno de Extremadura (100.000 euros). Esto ha sido posible gracias a las excelentes relaciones que monseñor García Aracil ha mantenido siempre con todos los gobiernos extremeños, independientemente del color político.


La concatedral se quedó muy, pero que muy pequeña, pues los fieles la abarrotaban desde dos horas antes, felices y satisfechos y con la curiosidad lógica de conocer a la persona que nuestro querido Papa Francisco había enviado a estas nobles tierras.


Creerse su propio Dios

En su homilía, monseñor Morga dio las gracias a todos los fieles por su recibimiento, explicándoles que espera no defraudar la confianza depositada por todos en su pobre persona y afirmó que, lamentablemente hoy en día, la Fe ya no es socialmente compartida como ocurría años atrás. Ahora, resaltó, se adora al individualismo y al egoísmo y las personas se creen, fruto de ese egoísmo, su propio Dios.


Durante la homilía del nuevo arzobispo coadjutor se nos vino al pensamiento un pasaje del libro Amigos de Dios, de San Josemaría, en el que el Santo Fundador del Opus Dei escribe: "Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya, que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece".


Como bien dice el Santo Padre Francisco los presbíteros son "ungidos para ungir con esta bondad a nuestra ciudad, de las mil maneras que lo necesita, que lo exige y que lo anhela (...) Nuestro pueblo necesita sacerdotes ungidores, sacerdotes que sepan salir de su autocomplacencia y eficientismo y se den con simples gestos de bondad. Sacerdotes salidores que saben aproximarse al otro, acoger cordialmente, darse tiempo para hacer sentir a la gente que Dios tiene tiempo para ellos, ganas de atenderlos, de bendecirlos, de perdonarlos y de sanarlos. Sacerdotes que ungen sin mesianismos ni funcionalismos. Sacerdotes que no se guardan el frasco sin romper. Sacerdotes salidores y que estén cerca del Sagrario, que vuelvan al Sagrario para cargar de aceite sus lámparas antes de volver a salir".


Y a nosotros nos da la impresión de que Celso Morga Iruzubieta es de esa clase de sacerdotes ungidos para ungir y que va a estar muy atento de cuanto le suceda a su rebaño de la archidiócesis de Mérida-Badajoz: más de un millón de almas, en una de las comunidades cristianas más antiguas de la Península, que lo ha recibido como a un Padre desde el minuto cero y que le demostrará siempre amor y lealtad.



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