También a otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella.
Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:
-«Tú eres el Hijo de Dios.»
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario.
La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
-«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Señor Jesús, ponte a mi lado, como hiciste con la suegra de Pedro, y sana todas mis maldades, que me impiden amarte y servirte como tú mereces, único dueño y señor de nuestras vidas.
Alivia, Jesús, a tantos enfermos que acuden a ti buscando ayuda. Y da tu luz a aquellos que sufren sin esperanza y sin fe en ti. Que unos y otros, que enfermos y familiares sientan tu presencia amorosa que los llene de paz y gozo.
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