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Carnaval: Bailar con Dios o con el diablo

 Carnaval y Cuaresma son realidades que desde la Edad Media se mantienen juntas, significando carnaval: “carnem-levare”, es decir “dejar la carne”, y siempre se situará una semana antes del inicio de la Cuaresma cristiana que inicia con el Miércoles de Ceniza, sin embargo el carnaval no puede considerarse como de origen cristiano, sino más bien pagano. La gente aprovechaba para deshacerse de toda la carne que no podrían comer durante Cuaresma, así que armaban grandes comilonas rodeadas de baile y borrachera… Hoy, la situación no ha cambiado mucho, sin embargo tanto en épocas de la Edad Media como en la actualidad, los que somos bautizados seguimos siéndolo antes, durante y después de carnaval, lo que nos deja con ciertos aspectos importantes a considerar…

La eutrapelia: la virtud olvidada

"Así como la fatiga corporal se repone por el descanso orgánico, también la fatiga espiritual se restaura por el reposo espiritual. Sabiendo, pues, que el reposo del espíritu se halla en el placer, como hemos visto anteriormente, debemos buscar un placer apropiado que alivie la fatiga espiritual procurando una interrupción en la tensión del espíritu"[1]

La eutrapelia es una virtud que Aristóteles ubicaba como el justo medio entre un espíritu de diversión y la seriedad de la vida. Luego será Santo Tomás de Aquino quien la revivirá al “bautizar” la filosofía aristotélica. En resumen, Santo Tomás explica que el descanso del espíritu es indispensable para la santificación del alma, PERO que ese descanso adquiere su verdadero sentido siempre y cuando el espíritu se haya cansado, es decir, no hay virtud cuando un espíritu burgués, que siempre está dado a los placeres, resulta que ahora quiere “descansar”.

No es posible "bailar con Dios y con el diablo"

Durante los días de descanso – como es el caso del carnaval – es importante tener en cuenta la proximidad de la Cuaresma, es decir, que el descanso en el que sumergimos al espíritu no sea para dispersarlo de la vida de la vida espiritual, sino para ampliar nuestros horizontes y así vivir al máximo el tiempo fuerte de Cuaresma.

Sería una verdadera incoherencia – y una pena además –, que habiendo tenido estos días para reforzar el alma, resulta que nos entreguemos a toda suerte de vicios y placeres, que encuentran su raíz no en la contemplación de la paz de Dios, sino en cualquiera de los siete pecados capitales. En ese sentido, siempre decía mi abuela que no es posible bailar “con Dios y con el diablo”, porque nos entregamos a uno y rechazamos al otro. Tal vez esto también explica por qué las filas de confesión en el Miércoles de Ceniza son interminables, si además de entregarse a todo tipo de vicios, resulta que lejos de reforzar el espíritu, se le priva del Pan de Vida en el domingo, debido a que algunos tienen un criterio muy sui generis de lo que significan las “vacaciones” para el alma.

En este tiempo de carnaval previo a la Cuaresma, aprovechemos para recargar las pilas del alma, de manera que podamos vivir intensamente la misericordia de Dios en este tiempo penitencial.

¡Dios los bendiga!


[1] Summa Theol. II-II, 168, 2, c.

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